TIMOS Yliras - DSpace CEU

AÑO 1808. 60
¡Que delirio! ¿No veis, papá, que todo eso es qnerer calumniar­
me en pura plata? Nada, nada, volvamos á España, y allí reuni­
remos las Corles. ¿Entendéis? Cortes, Cortes, Cortes, Cortes, que
soy muy amigo de Cortes. Yo abdicaré en su seno, como digo,
que no me niego á cosas de razón. Lo demás es andarsi por las
ramas, y dar por su comer á ese hombre, cuyo alan es quitarnos
de enmedio, sustituyendo nuestra dinastía con la dinastía imperial.
¿Cómo verificarse ese cambio, sin (pie el pueblo español lo con­
sienta? Yo quiero las cosas en regla: mi cesión no podria ser
válida, si el país no le diera su sanción. ¿Entendéis? La san­
ción del país. Yo me he echado mis cuentas ahora, y lo digo
por última vez: sino se reúnen las Cortes, no hay que darle
vueltas, no abdico.
Magníficos principios, voto á san: e¿e rey ha nacido hecho
y derecho monarca representativo. Carlos, sin embargo, se
empeña en que no ha de valerle lo hipócrita, y Napoleón
por su parte se da al diablo con tanto moler. Otra chilla,
pues, el dia 5, y concluyamos luego la tragedia. — Tras, tras á
la aldaba: ¿quien es? — Fernando que llama á la puerta del salón
en (pie están Napoleón, Carlos IV y María Luisa. —Pase V.
adelante, señorito, y cuidado, que es cosa formal.
En efecto: sus jueces le esperan sentado cada cual en su
poltrona. Fenando hace esfuerzos de flaqueza, y aparenta un
valor que no liénc; Napoleón acaba de saber que ha corrido
cu Madrid sangre francesa. El Dos de Mayo, de que luego
hablaré, le tiene como fuera de sí, y da miedo mirarle á la
cara. Su furia sin embargo es contrahecha, y mas teatral que
efectiva. Él v Carlos IV se entienden, y María Luisa también.
— Padre mió papá ¿qué mandáis?
— Pase V. adelante, usurpador.