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TIMOS Yliras - DSpace CEU

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AKO -18C8. 79<br />

Es ya la mañana del 2, y el reló de palacio dá las nueve. El<br />

pu eblo que llena la plaza ve salir de la casa real á la ex-reyna de<br />

Elruria en su coche, y la deja pasar con sus hijos, sin chistar una<br />

sola palabra. ¿Que le importa á nadie en verdad que se largue á<br />

Bayona ó al infierno Princesa que tanto ha jugado en los sabidos<br />

tratos con Murat? Pero hay lodavia dos coches dispuestos también<br />

á partir, y el uno de ellos dicen que es para el infante Don Fran­<br />

cisco. Y bien! ¿qué es lo que hace el infante? Niño de corta edad,<br />

está llorando, porque se lo quieren llevar.— ¿Llorando, y sufri­<br />

réis que le arrebaten ? preguntan las mugeres á los hombres.<br />

—No, contestan estos, jamás! •—Y las mientes de todos se fijan<br />

en la imagen de un niño que llora. ¿Así se átropella á los débiles?<br />

¿Asi abusa de la fuerza de sí misma, que ni la desarma el candor,<br />

ni contiene sus fieros la inocencia? El infante es el símbolo vivo<br />

de lo que sucede en España. La imaginación exaltada añade nue­<br />

vos toques al cuadro, y el pueblo al ver al príncipe bajar la esca­<br />

lera de la regia morada, lánzase furioso á los coches y corta los<br />

tiros. Murat envia un batallón con dos piezas de artillería, y la<br />

multitud se dispersa al oir retumbar de súbito una bombe descar­<br />

ga, hecha por los franceses, sin previa intimación, sobre los peloto­<br />

nes desarmados.<br />

Un grito de furor desesperado responde á la descarga<br />

asesina. Estendida la alarma por Madrid, salen los habitantes<br />

de sus casas, armado cada cual como puede. Este lleva un mos­<br />

quete ó un trabuco, aquel su escopeta de caza, el otro un moho­<br />

so espadín, algunos una punta de hierro colocada al estremo de un<br />

palo, los mas un bastón ó un garrote, muchos ni eso ni otra cosa<br />

alguna, salvo su decisión y su denuedo. Jóvenes, ancianos, mu­<br />

geres , todos toman parte en la lucha. Los franceses sucumben al<br />

irope'u de la indignación popular, y su caballería en un principio

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