TIMOS Yliras - DSpace CEU

1ÍU TIRIO» Y TROVAMOS.
—En efecto, decia Don Antonio. Soy un barbarote en temer....
Pero estos sacerdotes ingleses que se visten de buhoneros
Mientras el dignísimo Infante de España estaba dándose de
calabazadas y formando castillos en el aire sobre lo que podia ser
aquello, retirándose á un ángulo de la estancia Fernando y el fin­
gido harón, siguieron el dialogo así:
Fernando.—Conque vamos, como ibais diciendo, el objeto
de vuestra venida....
Colly.—El que he dicho: sacaros de aquí.
Temando. — ¡Oh qué ventura! ¡qué felicidad;
Colly. (Bravo! Cayó en la red.)
Fernando.—Ah! no en vano, esperaba yo que mi suerte
Pero y bien! ¿Qué tenemos de novia?
Co'lu.— ¿Eh? ¿Qué decia V. M.?
/•' rn indo.—Pues! la que be pedido
Colly.— ¿A quién?
Fernando.—¡Cómo! ¿\o sabéis que el emperador vuestro amo...
Colly.—¡Mi amo! No os entiendo.
Fernando.—¿No? Pues entonces yo tampoco he entendido
v es que mi tio con sus majaderías»... y luego como estoy so­
ñando siempre con ese maldito himeneo Pero vamos, ya! sois
inglés, y venis á sacarme de este encierro
Colly.—Pues! para llevaros á Inglaterra, y luego conduciros
á España.
Fernando.—¡Cómo! ¿No es para llevarme áParis?
Colly.—¿A Paris, decis?¿Pues no veis lo que os dice el Rey
Jorje en esa carta?
Fernando.—Ah! sí.... el monarca de la Gran Bretaña, que
quiere... ¡(pié horror! trasladarme
Coíl-j.—Pues! A España, á ese heroico país que se sacrifica