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no quiero un rey pobreton; mas tampoco le quiero tan rico,
que con sus desperdicios pueda honrarse, y aun aspirar á la
magnificencia, el Presidente de una democracia.
En el Código del año 12 no se fija como en el de Bayona
la dotación que se destina al rey, y esta circunstancia hace
honor al buen juicio constitucional de los Diputados de Cádiz.
El capítulo á que ahora nos referimos se reduce á decir que el
monarca tendrá el sueldo que las Cortes le señalen con relación
á su alta dignidad, debiendo fijarse la cuota al principio de
cada reinado. Lo mismo se dispone para la cantidad que se des­
tine al Príncipe de Asturias desde el dia de su nacimiento, y á
los infantes y á las infantas desque cumplan siete años de edad,
y áunos y á otras cuando se casaren, y últimamente á la reina
viuda, declarándose al propio tiempo que los sueldos de los
Regentes deben tomarse de la dotación señalada á la casa real.
Las cuotas serán, según eso, las que indique el humor de la
Asamblea cuando los reinados comiencen; mas desde luego
puede asegurarse que no pecarán de mezquinas, decretándose en
tiempo de fiestas. El rey, ademas de su renta, tiene los palacios
reales que han disfrutado sus predecesores, y las Cortes sobre
eso le señalan los terrenos que juzgan convenientes para el re­
creo de su persona. Esto de recreo denota que la concesión no
traspasa las condiciones del usufructo, y lo mismo parece indi­
car la palabra disfrutado de arriba que sigue á palacios reales.
¿Es como yo lo entiendo? Pues corriente, y pasemos á otro
capítulo.
CAPITULO VI. De los Secretarios de Estado y del Despa­
cho.— ¿Conviene que se fije en la Carta el número de los indi­
viduos que deben componer el ministerio? Yo creo que debe
variar según las circunstancias del Estadc, y así es oficioso de-