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AÑO 1812. 465
lo que en ella se hacia, lo fué mas en aquella población tan
ardientemente entusiasta por la causa de la Libertad, y á buen
seguro que triunfara esta en los términos en que lo hizo, no
habiendo tenido en su pro voto de tanto peso en la balanza de
las discusiones políticas.
, Pero ni aun con esto se esplica la anomalía en su totali­
dad. Uno de los mas señalados caracteres de la Constitu­
ción del año 12 es esa hostilidad tan marcada de algunos
de sus artículos á la autoridad del monarca, y también se
equivocaría quien al lomarla en consideración la atribuyese á
los liberales, no habiendo s ;
do sino sus contrarios los auto­
res de ese espíritu hostil á las prerogativas legítimas de que
debe el trono gozar. El partido retrógrado español no era en­
tonces lo que aparentó ser cuando la vuelta de Fernando VII,
es decir, partido monárquico. Al contrario, sus hombres mas
notables, si por algo llamaban la atención, era por ser anti­
realistas. Y esto se concibe muy bien. La corona en sus últi­
mos tiempos acababa de ser en España el único poder domador,
á lo menos hasta cierto punto, del jesuitismo y de la inquisi­
ción, y esto no lo podían olvidar los que entre los serviles fa­
náticos llevaban pendón y caldera. ¿Qué podia importar el
dosel á un bando teocrático en su esencia, á cuyos ojos era se­
cundario todo lo que no fuese el altar en los términos que él
lo entendía? En todas ocasiones, dice Marliani, mostróse ese
partido dispuesto á hacer lo que se llama un baratillo de las
prerogativas reales, con tal que ese abandono por su parte fue­
se compensado por otra con la adhesión de los liberales á la
prolongación de los abusos eclesiásticos y administralivos. Así,
aun en la misma comisión nombrada para redactar el proyecto
de Constitución reputada por tan democrática, la mayoría
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