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554 TIRIOS Y TROYANOS.
na porción de conventos, suprimiendo después Napoleón otra
parte de los que quedaban, y acabando últimamente José por
abolirlos en su totalidad. En cuanto al gobierno legítimo, dejó
esos institutos sin tocarlos todo el año 8 y todo el 9, y todo el
10 y hasta todo el 11; pero en 1812 recordaron las Cortes sin
duda el nada tonto dicho de Pitágoras: cuantos mas altares, mas
sacerdotes; cuantos mas sacerdotes, mas víctimas.... y á fin de que
el país no siguiese contándose en el número de estas, pensaron
seria y detenidamente en disminuir el de aquellos. En disminuirlo,
¿entendéis? no en copiar la supresión absoluta que el intruso
habia ordenado, porque ni las Cortes podian aspirar á tal providencia,
ni acaso habria sido útil dictarla, aun cuando hubiera
estado á su arbitrio decidirse por la abolición. Yo no soy frailero
en verdad, y que no lo soy, lo he probado mas tal vez de lo
que era preciso; ¿pero seré enemigo de los frailes porque lo sea
de la frailería? Yo estoy porque se salve la espiga cuando se
persigue el gorgojo, y hasta aliora no he podido persuadirme,
aun con ser autor de la letra que mas arriba acabo de insertar,
que el siglo XIX en que estamos sea de todo punto incompatible
con la existencia de los cenobitas.
El clero regular español debia ser primero minorado y
reorganizado en seguida, y á esto parecía tender la Representación
nacional cuando al dar en 17 de junio de 1812
un decreto sobre confiscos y secuestros, disponía en el artículo
7.°: que tendría lugar el secuestro y la aplicación de frutos
á beneficio del Estado, cuando los bienes, de cualquiera clase que
fuesen, pertenecieran á establecimientos públicos, cuerpos secula­
res, eclesiásticos o religiosos de ambos sexos, disueltos, estinguidos
ó reformados por resultas de la invasión enemiga, ó por provi­
dencias del gobierno intruso; entendiéndose lo dicho con calidad