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TIMOS Yliras - DSpace CEU

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46 TIRIOS Y TRÓVANOS.<br />

ry, que acaba de venir de Francia, y lia tomado ásu cargo la lin­<br />

terna. El habla, y habla bien si bien se mira.—¿Cómo, dice, dejar<br />

su tierra el emperador, ni reconocer á Fernando , si este no se ha<br />

humillado lo bastante para merecer tal favor? Nada, nada , la co­<br />

sa es que el monarca abandone la corte también, y que se adelan­<br />

te hasta Burgos. Cuando Napoleón tenga noticia de la salida de<br />

S. M., se apresurará por su parte á cruzar también la frontera, y<br />

vendrá con catorce ó quince novias para que elija el rey la que le<br />

plazca. ¿Cómo dudar de que suceda así?<br />

Estas razones, á decir verdad, no convencian muchoá Fer­<br />

nando; pero convencieron á Escoiquiz, y se resolvió la partida. El<br />

pueblo que de algunos dias á aquella parle miraba á los franceses<br />

con fuño y con retortijones de tripas, comenzó á poner peor cara<br />

desque supo la tal determinación; pero los ministros le calmaron<br />

diciéndole una multitud de mentiras, y el rey tomó el portante el<br />

dia 10. Acompañaron al viajero en gefe Ceballos, Infantado, San<br />

Carlos, Muzquiz, Labrador, Villariezo , los marqueses de Ayerbe,<br />

Guadalcázar y Feria, el consabido y bobo preceptor,y el muy zorro<br />

(que no he de decir pillo) general francés Savary. La imaginación<br />

de Cervantes no pudiera imaginar caminata tan verdaderamente<br />

quijotesca. Yo he pensado en ella cien veces, y ni la primera, ni<br />

la segunda, ni la tercera salida del héroe de la Mancha , pueden<br />

compararse á la célebre de S. M. ambulante , con sus diez San­<br />

cho-Panzas á la cola, y un encantador por añadidura.<br />

El rey siguió los pasos de su hermano corno sigue la soga al<br />

caldero, y no habiendo dado con Napoleón en Burgos, se llevó el<br />

mismo chasco en Vitoria. La burla se pasaba de burla , y Savary<br />

con ser Savary no sabia ya como hacerlo para prolongar mas la far­<br />

sa. En esto le ocurre la idea de que el rey escriba á Napoleón, y se<br />

ofrece á llevar la misiva. ¡Gran pensamiento! exclama el canóni-

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