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milicia cívica, y veréis la razou que nos asiste para quererla
nuevamente en pié, lo cual no quita que anhelemos verla or­
ganizada en términos debidos para que como añade el mismo
autor, no solo proteja al pais contra la tiranía del príncipe,
sino á la sociedad juntamente, si llegara á hacerse preciso, con­
tra la tiranía del Pueblo. Este es el quid de la dificultad, y
es estraño que siendo vosotros la inteligencia personificada, nos
hayáis dejado á nosotros la tarea de darle solución, como se la
daremos en su dia, no cortando cual vosotros el nudo, sino
desatándolo.... ¿estáis?... que eso de cortar lo hace el sable,
y desatar es propio solamente de hombres de libertad y de
gobierno.
TITULO IX.
De la instrucción publica
CAPITULO ÚNICO.—No hay mas que dos potencias en el mun^
do, decia Napoleón: la espada y la inteligencia, siendo esta
siempre á la larga la que constantemente vence á aquella.
Las Cortes de 1812 han hablado en el título anterior del
poder inherente á la espada: en este fijan su atención ahora en
el poder de la inteligencia.
¡Cosa singular! El partido que con tanta arrogancia se atri­
buye el dictado de inteligente supremo, debia al parecer elogiar
en los Diputados de Cádiz la idea de emplear un capítulo de
su Carta constitucional en ese poder de que hablamos, y se
burla de ellos no obstante, y dice que el capitulo sobra, y de
tal manera lo cree, que en ninguna de las Constituciones que
por nuestra desgracia ha formado ha hablado nunca de la inte-