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494 TIRIOS Y TROYANOS.
dependencia respecto á su final resultado por lo que á Wel­
lington concierne. Españoles, portugueses, ingleses.... todos,
y mas que nadie los primeros, habían formado cuadrilla para
derribar á pedradas la breva no madura todavia de la emanci­
pación peninsular, siendo de ver la maña que se dieron en sa­
cudirla un dia, y otro y otro un Castaños, un Lacy, un Ba­
llesteros, un Odonnell, un Copons, un Porlier, y para no citar
mas ejemplos, un Mina, un Empecinado, un Villacampa, un
Milans, un Manso, un Eróles. Para dar con ella en el suelo,
no se necesitaba otra cosa que proseguir en iguales términos
tarea tan bien empezada, y la breva hubiera caido sin hacerse
esperar mucho tiempo, ó es mentira (lo cual no puede ser) que
pueblos donde nacen los bravos como en el Egipto los dioses,
se salen al fin con la suya. Aquí empero de las anomalías. El
Congreso de Cádiz tan patriota, tan eminentemente español co­
mo sin cesar le hemos visto; esa Asamblea cuyo primer lauro es
su fanatismo á las veces por todo lo que es nacional; esas Cor­
tes tan llenas de orgullo al considerarse paisanas de los Palafox
y los Alvarez; esos Diputados, en fin, que divididos muy en
hora buena en cuanto á opiniones políticas, hacen gala y alar­
de en medio de eso de rendir todos ellos culto unánime á la
deidad de la Independencia.... esos representantes olvidan en
un momento de fascinación todas sus anteriores repulsas al que
desde el comienzo de la lucha aspira á ser el único caudillo de
los que aporrean la breva, y lo hacen cabalmente en los mo­
mentos en que arrecia el viento del norte, ese viento que al
fin de los fines la ha de hacer venir á la boca de quien quiera
que la espere debajo, una vez combatida cual lo ha sido por
tal granizada de piedras.
¿Van comprendiendo ustedes? Pero á bien que estas cosas