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TIMOS Yliras - DSpace CEU

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venas, no corre como otra tangre. Esto pone en mil dudas á los médicos cuan­<br />

do van á tomarnos el pulso , y en un brete á los cirujanos que nos quieren<br />

sangrar, porque hay casos en que nos sacan hasta el quilo, y otros en que pi­<br />

can y pican , y no asoma una gota'siquíera. Lo frecuente es dejarnos desollar<br />

hasta que nos llega á escocer, y armar entonces una del diablo, echando los<br />

títeres á rodar. Otras veces, empero, sucede que ni aun las cosquillas sufri­<br />

mos ; y como es difícil calcular á que altura de humor nos hallamos, vaya V.<br />

á saber el efecto que producirá una ventosa, una dosis de purga ó de sangui­<br />

juelas, ó una cataplasma emoliente.<br />

Los españoles del tiempo de Carlos IV estaban cortados por el mismo pa­<br />

trón que los de ahora, con la diferencia de que aun en medio de sus calami­<br />

dades , eran mas felices y ricos, y menos suspicaces que nosotros. Por lo<br />

demás, el tipo era idéntico. Indolentes y activos á la par, tenían lo mismo de<br />

momias que de gente alterada y sanguínea, siendo en ellos el alma á la parte<br />

corpórea lo que la chispa es la pedernal, la cual no se muestra á la vista, mien_<br />

tras falta eslabón que la suelte. Como el sílice estaba gastado, merced á las<br />

desgracias y al tiempo, era necesario gran golpe, ó un acero de enormes di­<br />

mensiones, para hacer saltar la centella; y ni el sangriento drama de Francia,<br />

ni la caida de tantos tronos, ni la elevación de otros nuevos , ni las grandes<br />

victorias de Napoleón, ni las primeras tentativas de este para imponernos su<br />

yugo , se ofrecían á los ojos de nuestros padres con toda la importancia consi­<br />

guiente á la magnitud de los hechos y á lo inmenso de sus consecuencias. La<br />

revolución para ellos era una revuelta terrible, pero nada mas que revuelta;<br />

la voz de libertad un eco vago ó una quisi-ftosa moderna, cuando no una enga­<br />

ñifa de gentes enemigas de Dios, las cuales por solo serlo debían salir mal con<br />

su empresa; nuestra lucha con los ingleses una cuestión puramente marítima<br />

sin mas peligro parala Península que el que existía de playas afuera ; Napoleón<br />

en fin, un buen militar, un soldado que sabia su mano derecha , como Pelayo<br />

ó Fernán González, D. Alonso el batallador ó Hernán Cortes, el gran Capi­<br />

tán ó el Cid mismo. ¿Qué impresión habían de hacer las cosas de allende el<br />

mar y el Pirineo, á un pueblo lleno todo de los recuerdos de su grande histo­<br />

ria, y para quien nada podia ser nuevo , por grande ó terrible qué fuese?.<br />

Mientras no le tocasen á él, ó no fuese de cerca y en lo vivo , lo de afuera le<br />

importaba un ardite.<br />

Los buenos, pues, de nuestros abuelos miraron con poquísimo interés la<br />

cuestión europea y social; y atentos solamente alo que pasaba en su casa,<br />

lijaron la vista en el trono como en su primera buhardilla. Yo no sé si lo que

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