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su anhelo de reñir con los invasores de España, hubo de estarse
mano sobre mano en materia de hostilidades, porque no le ausi-
liaban los ingleses, inmóviles en el Alentejo. Y Castaños se daba
á los diablos, viéndose precisado á estarse quieto, y ya que no
podia lidiar, trató al menos de prepararse para cuando hacerlo pu­
diese, y consagróse todo á mantener la disciplina en sus subordi-
dinados, y prestó muy notables servicios al orden y á la paz de los
pueblos. Y uno de estos fue castigar los crímenes de un tal Pe-
drezuela y los de su inhumana muger, dignos ambos el uno del
otro, y de dormir en una misma cama, y de comer á la propia
mesa, y de acabar sus dias, cual lo hicieron, los dos en un mismo
patíbulo. Y Castaños entre tanto seguia cada vez con mas ansia
de lidiar, y enfadado de tanta inacción pidió á Wellington que tu­
viese á bien enviarle algunos refuerzos, y Wellington le dijo que
en buen hora, y mandóle al general Ilill con cerca de 14,000
hombres, y unidos á estos otros 5,000 que mandaba nuestro bra­
vo Girón, obligaron á los franceses á retirar sus destacamentos, re­
plegándose sobre Cáceres, y ni aun aquí estuvieron mucho tiempo,
y salieron de Cáceres también. Y luego el 28 de octubre fue ata­
cado en Arroyomolinos el gefe enemigo Girard, y fue mas que ata­
cado sorprendido, y perdió en la sorpresa de que hablo unos
14,000 prisioneros, entre ellos el general Brun, el duque de
Aremberg, el gefe del estado mayor y una buena porción de ofi­
ciales, y esto sin entrar en la cuenta 400 entre muertos y heri­
dos. Y luego penetraron los españoles dentro de los muros de Mé-
r,
da, y poco después arribaron los ingleses á la misma ciudad, y
luego revolvieron los franceses sobre los españoles é ingleses, y
aquellos se abrigaron de Cáceres, y estos pasaron algo mas allá,
y volvieron de nuevo á su querencia en el consabido Alentejo.
Y á eso se redujo este año lo que se hizo por aquella frontera,