TIMOS Yliras - DSpace CEU

3 10 TIHlOS T TKOYAISOS.
jurisdiccional, nada veo que pueda ser objeto de fundada impug­
nación.
—-En efecto: no deja de ser raro que se observase tanta sensa­
tez en unas Cortes revolucionarias.
—¡Ay amigo! Lo que es en España no ha sido nunca la revo­
lución lo que sus contrarios pretenden. Solo García Herreros y al­
gún otro se mostraron un tanto atrevidillos en esa cuestión de que
hablamos; pero luego empezaron á templarse sus revolucionarias
exijencias, terminándose al fin la discusión con el susodicho de­
creto.
—Y después de esa discusión, ¿qué otra cosa hubo en las Cor­
tes digna de mención especial el año 1811?
—La mas importante de todas fué el solemne y empeñado de­
bate sobre el proyecto de Constitución; debate precedido, interpo­
lado y seguido de la ventilación de otros puntos que no deben pa­
sarse en silencio, tales como la mediación ofrecida por la Gran
Bretaña para cortar las desavenencias que mediaban entre Españ*
v América; la gresca á que ofrecieron motivo un cierto escrito dado á
la luz pública por el ex-regente Lardizabal, un papel del decano
del Consejo real Don José Colon, y un discurso pronunciado
en las Corles por el diputado Valiente; los esfuerzos que en diver­
sos sentidos desplegaron blancos y negros para darnos una nueva
Regencia, y el empeño mostrado po# algunos para colocar á su
frente nada menos que á la infanta Carlota.
—Vayamos por partes, vecino. Decia usted que la Gran Breta­
ña se ofreció á mediar en obsequio de la armonía hispano-amerí-
cana, y quisiera ver la manera con que usted esplica ese asunto,
usted redactor principal...
—Del ESPECTADOR , ¿no es así? Entiendo la pulla , Don Bueso;
pero, usle.l no ha leído de mis TIRIOS sino algunos párrafos suel-