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por el Gobierno que la sueedió. Entre las culpas de los Centrales,
la mayor á los ojos de la Regencia lucio a no dudar su tendencia
al liberalismo, sobre todo en los últimos dias; y de aquí la rigoro­
sa vigilancia que se mandó ejercer sobre ellos á los capitanes ge­
nerales de las provincias, prohibiendo á los individuos de aquella
asamblea estar juntos en número determinado, al modo que en los
flias de motin se veda á la gente ir en grupos por inofensivos que
sean. Sospechados de largos de uñas , no porque realmente lo fue­
sen , sino porque convenia un preteslo para mas oprimirlos y ve­
jarlos, luciéronse registrar sus equipages cuando iban á ponerse
en camino, y entabláronse varias causas contra algunos de sus mas
ilustres miembros, entre ellos Calvo de Rozas, el mas entusiasta
y enérgico entre todos los partidarios que hasta entonces tenia en­
tre nosotros la emancipación popular.
l>ueños los franceses de Sevilla por capitulación , entendiéron­
se por un lado hasta Málaga, donde entraron á viva fuerza, im­
poniendo Sebastiani á esta última ciudad doce millones de contri­
bución , y colgando á mas de eso en la horca á siete de sus habi­
tantes por el crimen de haberse distinguido como gefes de la insur­
rección. Y aun se quejarán los franceses de la conducta de los es­
pañoles relativamente á desquites. Otra buena porción de sus fa­
langes presentábase al propio tiempo delante de la Isla de León,
intimando la rendición á sus defensores; pero estos eran ya 15,000
hombres, por lo que tocaba al ejército , y 8,000 voluntarios de
Cádiz y de la Isla con mas, 5,000 entre ingleses y portugueses, y
tanto la respuesta de la junta como la del general español; hicieron
conocer á los franceses que el mar y ellos andaban parejas en es­
trellarse contra aquella roca. En Badajoz acaeció lo mismo: la in­
timación de nuestros opresores á la capital eslremeña no les dio
resultado tampoco.