TIMOS Yliras - DSpace CEU

ANO Í808. 73
Yo no tengo compromiso ninguno que cumplir, sino con el rey
vuestro padre: él es el único á quien yo reconozco por monarca, y
si él lo desea , estoy pronto á llevarle á Madrid.»
— Quien! ¿Yo volver á España? exclama el viejo: antes me
emplumen que tal haga. ¿He protestado acaso para eso? No señor,
mi retiro, mi Manuel, mi María Luisa, mis perros, mi escopeta,
mi soto y santas pascuas. Buena la haría yo tornando á un país
donde nadie me puede tragar, y donde lo primero que tendría que
hacer sería alzar la horca en todas partes. No señor, no señor,
abrenuncio: « MI HIJO SE ENCARGARÁ, DE HACERLO CON. MAYOR
CONTENTO QUE YO. »
La pulla, como veis, es terrible, mas no está lo malo en ser
pulla, sino en ser también profecía.
— « ¿ Piensas que nada cuesta reinar? concluye Carlos mi*
raudo á su hijo con magestad mezclada de ternura, al decir del
citado Savary: has seguido consejos siniestros: yo no aspiro á vol­
ver á mandar, ni puedo nada por mí: sal como puedas de ese pre­
cipicio.-»
Palabras magestuosas ciertamente, y llenas de ternura sobre
todo; pero la pulla siempre en primer término. Fernando da un
suspiro capaz de mover un molino de viento, y es el valor ó cosa
parecida que se le va del cuerpo por la boca.
— Ese ose, pues, y acabóse, dice Napoleón resueltamente: el
padre no quiere reynar; el hijo no merece ser rey; la consecuencia
es clara como el agua. ¿Oislo, señor Don Fernando? Cuidada
con volver á hablar de Cortes, ni de consentimientos naciona­
les. Venga esa corona y paciencia. Vuestro padre lo manda,
yo lo exijo, y toda resistencia es inútil.
Concluida la célebre sesión, vuelven Carlos y María Luisa á
ios brazos de su caro Manuel, y abdican la corona en Bona-