TIMOS Yliras - DSpace CEU

AÑO 1812. 485
Abochornado el bueno de José al ver este segundo resulta­
do de su inocente credulidad, ¡ ah mon Dieu, esclamó, que je
suis sotl, y añadió con muchísima gracia: c' est ainsiqu á bar­
be de fol, on apprend á raire, que es como si dijéramos: los
hombres buscan siempre la barba del tonto cuando quieren ensa­
yarse á afeitar. Consolóle su ministro Azanza, diciéndole que
en efecto era así; pero que nada habia perdido, pues si los
masones de Cádiz habian jugado con él, como suele decirse,
al abejón, él sabia todavia un secreto para atraerle á los es­
pañoles y jugársela al diablo de codillo, y era reunir sin de­
mora Cortes afrancesadas en Madrid, oponiéndolas á las nacio­
nales, ó sea, para usar puntualmente de sus mismas testuales
palabras: levantando altar contra altar.
—Den trovato! esclamó José chapurreando el italiano, y
recordando su trono de Ñapóles: perfectamente, mi querido
Azanza; pero esto pide tiempo y espacio, ció riserva molto tem-
po, y me temo que aun reuniendo esas Cortes, como sabéis que
trato de hacerlo, no voy á sacar nada en limpio, porque el
Pueblo español es de piedra á todas mis indicaciones, il popó­
lo spagnuolo é durisimo, y no es fácil hacerle comprender que
debe apiadarse de mí, é non puoi moverlo á pieta.
—Deo adjuvante, nihil timendum, repuso Azanza en latín,
deseando apartar de la imaginación del buen Pepe esos tristes
recuerdos de Italia.
—Es verdad, nada hay que temer, si Dios nos presta su
ayuda.
—Dios y vuestro derecho, señor.
—Sí, no hay duda, Dieu et mon droit, que es el lema de
los reyes ingleses; pero ¿cómo se dice en español Deo volente,
ferro comitante?