TIMOS Yliras - DSpace CEU

AÑO 1808. (;->
del Líbano. Desde ella me dá tedio el (pie antes me inspiraba tan
solo admiración, y desde ella Labréis de permitirme que mude yo
de tono en lo que cuente cuando me refiera al gigante. El que en­
coge y achica su eslalura, como Napoleón lo hizo entonces, auto­
riza á las gentes pequeñas para insolentarse con él; y esperar que
por ser yo un enano, he de renunciar á reirme á costa de un colo­
so que desciende hasta nivelarse conmigo, es querer que renuncie
á la idea que sirve de base á mi obra, y esto no lo haré, vive
Dios, por todos los gigantes del mundo.
Fué Bonaparte, pues, un pobre hombre cuando dio la caida en
cuestión, así como lo era Alejandro, cuando después de someter
la Persia y de hacer temblar al Oriente, celebraba sus glorias con
la bola hasta quedar beodo como un Caco. El hijo de Filipo murió
por querer hacer tanto el rey de copas, y Napoleón de resultas de
haber hecho el juglar con nosotros, fiando en que era suyo el rey de
espadas. Escarmentad, potentes de la tierra, y no juguéis al solo
con la suerte de las naciones; que si espadas son triunfo alguna
vez, y otras veces las copas y los oros, acaece también en ocasio­
nes que le tocan al pueblo los bastos, ¡y ay de vos si se empeña
la partida, ó se apodera él de la baraja!
Napoleón habia decidido sustituir su dinastía á la de los Bom­
bones desde el momento que supo la revolución de Aranjucz.
Él sin embargo se calló cerno un puto, sin participar su nial
pensamiento á persona viviente, excepto su hermano Luciano, á
quien ofreció el trono español, y excepto también alguno que otro
de sus mas íntimos confidentes con quien era preciso contar.
Luciano se negó á la propuesta, no sé si como buen republicano,
ó por no querer admitir cosa tan degradada como el celro que
se le ofrecia. Napoleón con esto pensó en José, y acercóse lenta­
mente á Bayona para estar mas cerca del teatro de nuestros pica-