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ARO 1812. 387
Infantes, y si es por no ser necesario, yo diré que tampoco lo
es hablar de esos Infantes y Principes, dedicándoles capítulo
aparte. Hablase empero de las distinciones y de los honores
que tienen los supramencionados Infantes, y vayase lo uno por
lo otro. Estos pueden ser nombrados para todo linage de des­
linos, esceptuando los de judicatura y los de la diputación de
Cortes. Así lo dice la Constitución, y conviniendo yo en que
eso de jueces no lo deben ser ni por sueños, creo que tanto
como á Diputados deberían poder aspirar, no solo porque esto
es un cargo que no debe llamarse destino, sino porque nadie ha
de haber á quien deban cerrarse jamás las puertas de la Cámara
única. Y ya que estoy hablando de destinos, ¿podrá ser un In­
fante de España oficinista, pongo por ejemplo? La pregunta es
muy natural, puesto que la Carta nos dice que pueden ser nom­
brados para todos, con la sola escepcion de los dos dichos. ¿Sí?
Pues hasta alguaciles podrán ser, sin infringir la letra ni el es­
píritu de la Constitución del año 12.
El Príncipe de Asturias necesita pedir consentimiento á las
Cortes cuando quiera ausentarse del reino, y si se ausentare sin
él, queda escluido de la sucesión. Lo mismo se dispone para
el caso en que estando fuera del reino con el consentimiento
susodicho, no vuelva á su pais pasado el plazo que le señalaren
las Cortes, siendo requerido por ellas. Algunos creerán esto
duro: yo lo creo muy puesto en razón. ¿Y si el príncipe en
cuestión se casare sin el doble consentimiento de su padre y de
ta Asamblea? Sucederá lo propio: escluidol, y con muy justa
causa ciertamente. Lo fuera de sazón, lo ridículo, es hacer es-
tensiva esa pena no solo á los infantes é infantas, sino á sus
h'jos y á sus descendientes hasta el dia del juicio' inclusive,
siendo los tales subditos del rey. ¡[labrase visto cosa como ella!