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618 TIRIOS Y TROYANOS.
ral, para salir del nuevo atolladero. Napoleón lo reconoce así,
y por eso cabalmente la llama; mas teniendo allá un cierto
miedo de que á pesar de sus buenas prendas no la miren
los españoles con todo el respeto debido, manda abrir el en­
cierro de Vicennes, sacando de él á Palafox y á Zayas para
reforzarla con ellos. ¡Zayas! ¡Palafox! Mal papel es el que Bo-
naparte os reserva, y no alcanzareis poca gloria si puestos en
contacto con la pez, sacáis limpia la conciencia y los dedos.
El inmortal caudillo aragonés permanece en Valencey pocos
dias. Temerosa la camarilla de que el Duque baga fiasco en su
viaje, ya por algún tropiezo material, ya porque el gobierno
español no le acoja como corresponde, llama en su auxilio la
popularidad y el prestigio que rodean al héroe, y este sale de
allí el 24 con igual comisión que San Carlos, encargándole el
rey verbalmente sea intérprete de su gratitud á los servicios
de la Gran Bretaña, mostrándose con su embajador lodo
lo galante posible. Entretanto los agentes franceses procuran
sembrar la discordia en las tropas españolas é inglesas á fin de
romper su alianza, llevando para ello instrucciones no ya solo
de Napoleón, sino de Fernando también, y por lo visto de su
puño y letra. El horizonte de las cosas públicas no puede pre­
sentarse mas turbio en el último mes del año 13: veamos si en
enero del 14 comienza á despejarse algún tanto.
En enero tenemos á San Carlos arribado felizmente á Ma­
drid, y en Madrid juntamente á las Cortes, y con ellas á la Re­
gencia. Están, pues, reunidas en un puntóla línea cuyo término
á quo ha sido la pl;;za de Cádiz, y la que acaba de tener el su­
yo en el parque de Valencey. El ángulo es completo, magnífi­
co: un geómetra que viniera no lo trazaría mejor. Detengámo­
nos en el vértice; descansemos un poco en Madrid.