TIMOS Yliras - DSpace CEU

'i-'ri TIr.ios v TUOYA:OS.
si veo peligro para ningún tirano ele la tierra en suprimir la previa
censura, quedándole el recurso de nombrar los tribunales que ha­
yan de conocer en las que jo apellido aberraciones y otros llaman
delitos de imprenta (1).
Nada digo de lo defectuoso de las tales calificaciones, ni de
las penas que las acompañaron, porque siendo como es tan dilicÜ
reglamentar las letras de molde en términos convenientes y justos,
nada tiene de particular que no fueran las Cortes al hacerlo ni aun
medianamente felices. En lo que sí lo fueron, y muy mucho,
fue en asir la ocasión oportuna de echar á pasear la Regencia,
cuya continuación en el poder era de lodo punto inconciliable con
el nuevo orden de cosas. Desde lo del Obispo de Orense estaban
sin cesar ambos poderes lo mismo que el gato y el perro; concordia
poco grata en verdad, aunque achaque bastante común donde
quiera que comienza á ensayarse el réjimen representativo. En tal
caso no hay otro medio de dar término á la trifulca, que enseñar
los dientes el perro, ó hacer de las suyas el galo. En la época á
que nos referimos era poderoso el maslin, y aunque generoso
hasta entonces con las chanzas del otro animalillo, no podia al
lin serlo tanto que sufriese todas clases de bromas. Fué, pues, el
caso que en el mes de Octubre, cuando estaban ocupadas las Cór-
(1) Los abusos de la libertad de escribir, lo mismo que los yerros de opinión
y los eslravíos políticos, rara vez merecen .par se ta calificación de delitos n," c
tan pródigamente se les da, aun cuando se los deba reprimir por muy justa*
consideraciones. Nuestro vocabulario criminal, lo mismo que el decreto ejus'
dem