TIMOS Yliras - DSpace CEU

:>0 TIUIOS Y TROYAKOS.
bledos. Constituyóse, pues, en faraute de los tratos con el francés,
y sin reparar en pelillos, envió al gran duque de Bcrg la corres­
pondencia en cuestión.
Mural que vid á la jamona interesarse tanto por el preso, y ser­
vir la mas joven de tercera en tan climatérico asunto, estuvo casi
á punto de creer trocados los papeles de las dos; mas cayendo lue­
go en el chiste y recordando chismes de palacio, conoció que no
siempre las viejas suelen limitarse á ser viejas, y que cuando dan
en ser locas, llevan su demencia al eslremo de comprometer el de­
coro y la reputación de las jóvenes. Él hizo, en fin, justicia á las
razones que motivaban la tercería, y comprendió al momento (pie la
exreina de Etruria daba aquel paso por mera obediencia filial y por
humanidad hacia el valido, aunque con sus pumitas de ambición;
su madre por vengarse de Fernando y por compasión al prisionero,
pero con puntas de interés vedado; y Carlos IV, en fin, por influ­
jo de su muger y de su hija, y por ser consecuente á la amistad,
pero con sus puntas también , aunque no es para dicho cuales
eran. El negocio cu verdad era sucio considerado bajo cierto aspec­
to; pero se podia explotar en beneficio del emperador, y un agen­
te tan íiel como el gran duque no debia hacer asco á la pez porque
le manchase los dedos. Aprovechemos, pues, dijo él, las fragili­
dades humanas , que el ser fuerte consiste casi siempre en la debi­
lidad de los demás. Y diciendo y haciendo, dio esperanzas las mas
lisongeras á los tres que acababan de escribirle, asegurándoles por
medio de Monthion, general convertido en espía y gefe de su esta­
do mayor, que tenian en él un amigo dispuesto á servirles en todo.
En cuanto á Bonaparte, claro era que también les daria su amparo,
pero era necesario pedirlo. Hecho esto, no habia inconveniente en
pasar á tratar de Manuel.
¿Eso hay ? Pues entonces no hay mas, sino protestar Carlos IV