TIMOS Yliras - DSpace CEU

AÑO 1812. 345
siento ningún otro en la Representación nacional, por muy
elevado que sea. Y otra cosa seria, lectores, si la existencia
de los empleados tuviera otro carácter que el de ahora: entonces
no seria yo tan rígido en la admisión de funcionarios públicos
para Diputados á Cortes.
Y ya que hablo de empleos y empleados, diré , como por
vía de adición, que me parece bien que la Carta prohiba á los
diputados en sus artículos 129 y 130 admitir para sí, ni soli­
citar para otro, empleo alguno de provisión del Rey, como tam­
poco pensión ni condecoración alguna de la misma real provisión,
en tanto que ejerzan su cargo, y un año después de ejercerlo (1).
Y r
haciendo otra adición importantísima, declaro que á mi
modo de ver no debe el empleo de ministro comprenderse en
esa prohibición, pues esto sería locura, porque ¿de dónde han
de salir los ministros, si de la Asamblea no salen?
Y concluyendo con los empleados, declaro con la misma in­
genuidad que estoy mal con que el Código otorgue á los señores
gefes políticos la atribución de presidir jamás las juntas electo­
rales, porque todo lo que sea salirse del elemento municipal
para crear esa presidencia, es bastardear la elección, ó espo­
nerse á bastardearla.
Y tampoco me gusta que esas juntas hayan por precisión de
(I) Sin embargo, no se crea por eso que adoptadas estas medidas, están
de todo punto cerrados los caminos déla corrupción. La mejor garantía es la
conciencia. Sin ella, aun prescindiendo de empleos, de honores y condecoraciones
, pueden los gobernantes atraerse cuantos representantes necesiten
Para tener una mayoría dispuesta á sostener sus abusos. Demás que es fácil
eludir la ley en lo que toca á esas prohibiciones. ¿Qué importa que no pueda
Jo admitir en mi diputación y un año después las mercedes á que en ellas
se alude? Pasado ese año*las admitiré, si me hallo dispuesto á venderme.