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ARO 1812. 47T
Hase observado que los españoles somos gente muy á pro­
pósito para dar comienzo á una empresa, y aun para proseguir­
la algún tiempo, faltándonos después, y esto es siempre, un
cierto don de Dios y un no sé qué para darle cumplido remate.
¿Quién al ver la completa derrota sufrida por los absolutistas
en lo relativo á la infanta, hubiera ni por sueños creido que la
victoria de los liberales diera por resultado á la postre una de
las peores Regencias que en España hemos tenido, y esto ha­
biendo aprobado el Congreso todas las precauciones y medidas
que Arguelles juzgó mas del caso para que saliese escelente?
Pues tal ni mas ni menos sucedió, saliendo elegidos del cón­
clave (porque cónclave fué mas que otra cosa la reunión de los
Diputados celebrada á puerta cerrada con lan impórtame moti­
vo) cinco individuos en lugar de tres, lo cual fué ya por sí un
mal gravísimo; y esos cinco llamados Infantado, Mosquera y
Figueroa, Villavicencio, Rodríguez de Rivas, y Odonnell, lo
cual fué peor lodavia, porque el primero (que era el presiden­
te) tenia de la Infanta rechazada todo lo que dice Infantado: y
el segundo, cortísimo en saber, como alto en pretensiones y es­
tatura, era á mas tan gordo de cuerpo, como craso en supers­
tición , en fanatismo y en intolerancia; mientras el tercero
hombre hábil y de erudición no vulgar, no sabia emplear esas
prendas sino en obsequio del absolutismo, siendo (dice Galia-
no en su historia redactada sobre la de Dunham) tan despóti­
co en el mandar como indócil en el obedecer. Tenemos, pues,
¡loado sea Dios! mayoría altamente retrógrada en el nuevo y
flamante Consejo; pero consolaos al menos con que de los dos
co-regentes que nos quedan á retaguardia, el primero, Rodrí­
guez de Rivas, es personaje enteramente nulo, pareciendo ele­
gido como adrede para que los demás hagan de él lo que les