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426 TIRIOS Y TROYANOS.
los de las mismas poblaciones, tenían en España lugar. Sin
embargo, nada es mas cierto que la conservación de su espíritu
y de su primitiva tendencia, aun en medio de tal barahunda.
El alcalde español, ese alcalde á quien tan distinguido papel
hacen representar Calderón y otros de nuestros ingenios dramá­
ticos en algunas de sus ^comedias, es entre nosotros un tipo
cuyas facciones no se han alterado, sino de una manera muy
leve, á pesar de los años que cuenta. Al principio del siglo
presente era popular todavia en los mas de los pueblos españo­
les la institución de los ayuntamientos, cualesquiera que fuesen
los vicios de que por otra parte adoleciesen con las oscilaciones
padecidas. Abolidos por las Corles de Cádiz en 6 de agosto
de 811 los señoríos jurisdiccionales y demás abusivos privile­
gios de que tenemos hecha relación en lo tocante á la aristocra­
cia, habíase dado un gran paso para la reforma ulterior del ré­
gimen interior de los pueblos, faltando solamente dar otro para
protegerlo igualmente contra las perniciosas invasiones de la
suprema autoridad central, y esto es lo que hizo la Carta, aun­
que de una manera medrosa, en los términos que vamos á ver.
TITULO VI.
Del gobierno interior de las provincias y de los
pueblos.
CAPITULO I. De los Ayuntamientos.—La autoridad muni­
cipal , dice oportunamente Macarel, no recibe su existencia de
las leyes, sino de la fuerza misma de las cosas, sin que pue­
dan aquellas suprimirla, ni privar á los pueblos del derecho de
elegir á los que la ejercen.