TIMOS Yliras - DSpace CEU

AÑO 1808. 64
lo vuelve la espalda ; pero Marín Luisa miente amor, y si se lia
de creerá algunos historiadores, tiene la desvergüenza ó la política
de acariciar al hijo que mas odia. Pero las caricias y abrazos, las
albricias ycslremosde gozo, son arriba al topar con Godoy, á cuya
inestimable compañía vá á sacrificarse la España. Ver allí los tres
inseparables darse enhorabuenas sin fin por su reunión venturosa
después de tantos peligros, y ver á Fernando y sus consejeros
dando diente con diente en otro sitio, no teniendo otra cosa que
dar, cuadro es que si no lo bosquejo, es porque no lo baria el
mismo Goya que resucitase. ¡Ay Fernando, Fernando! ¿En qué
brete han venido á meterte tus culpas y los malos consejos de
los tuyos? ¿Y á tí Carillos IV, ó Carlos cuerno, en que danza te
meten también esa ciega amistad al favorito, y esos resentimientos
que debías sacrificar en las aras del pueblo español? No lo siento
yo por vosotros, reyes sin vergüenza y sin honra; siéníolo por el
pobre país á quien ni uno ni otro alendéis, y que por vuestros
malos pecados vá á pagar trabacuentas que no debe.
Mas dejemos en paz algún tiempo á los dos mal llamados mo­
narcas, y hablemos un poquito, que ya es hora, de Napoleón Ilo-
naparte.
Esle hombre aspiraba á ser arbitro de todo el continente eu­
ropeo, y tras esto soñaba en dar la ley á lo que restaba del globo,
y después se habría alentado á estender sus dominios mas allá, si
oslo hubiera sido posible. En 1807 tenia ya su plan tan avanzado,
que con solo decir póstrale, obligaba á la Europa á arrodillárse­
le, esceptuando tan solo la Inglaterra. Para obligar á ésta á hacer
lo mismo, habia imaginado el sistema continental, grande como
todas sus cosas, porque en él hasta aquello.» instantes nada habia
que fuese pequeño. España y Portugal eran de Francia, la prime­
ra desde el tratado de San Ildefonso, y el segundo desde la cam-