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632 TIRIOS Y TROYANOS.
ro á Suchet le parece mal una prevención como esa, y de­
jando en Perpiñan á Don Carlos, acompaña el rey á Figueras,
mostrándose lan galante con él, que Fernando le ofrece en pre­
mio conservarle la propiedad del ducado de la Albufera. Ello,
cuesta trabajo creerlo; pero el rey está ya en tierra de Espa­
ña, y es príncipe francés todavía, ó miente la promesa indi­
cada. Verdad es que no la ha de cumplir, y vayase lo uno por
lo otro. En cuanto á lo demás, el monarca realiza su viaje de
incógnito, ó sea con el título de Conde: si por modeslia ó en­
mascaramiento, allá se lo sabe el de arriba.
Destinado Copons á recibirle en la ribera derecha del Flu-
viá, coloca en la misma sus tropas mientras hacen lo mismo
con las suyas los franceses en la orilla izquierda, formando en­
tre unas y otras un magnífico anfiteatro, donde rompen á la
vez con estrépito las músicas francesa y española. La francesa
dice: ahí va eso!; la española responde: bien venidol... y un salu­
do de 9 cañonazos precedido de un parlamento, anuncia la lle­
gada del rey. Los soldados y el paisanaje, que de las comarcas
vecinas ha acudido al valle á bandadas, se deshacen en aclama­
ciones, y entre el júbilo y la algazara producidos con tan fausto
motivo, presenta Copons á Fernando, con arreglo á lo preveni­
do por la Representación nacional, el decreto de 2 de febrero,
y la caita y demás documentos de que en él se ha hecho men­
ción. El objeto de esos papeles es informar al rey, como ya he
dicho, del estado de la nación, y prescribirle su itinerario. Fer­
nando los recibe afabilísimo, y aun oye con notable placer e^
breve y elocuente discurso que el general pronuncia al entre­
gárselos. ¿Y cómo suceder otra cosa? El emisario augusto de las
Corles podrá ser jacobino cuanto quiera; pero al presentarse
el monarca ha doblado la rodilla en el suelo, y el Pueblo y la