TIMOS Yliras - DSpace CEU

380 TIRIOS Y TRÓVANOS.
laconismo debido, y así no hubiera algunas que son eco ó repe­
tición de otras varias, achaque que es común al artículo de las
atribuciones del rey. Pero ya lo dije al principio: los lectores
me habrán de permitir no hacer caso de defectos de forma en
la Constitución del año 12. Abstengámonos, pues, de exami­
nar el juramento que se exije al rey, y con el cual concluye este
capítulo; y conviniendo en que es un tanto largo, convengamos
también en que siendo su espíritu hacer prometer al monarca
la observancia de la Constitución y de las leyes de la monar­
quía, nos debemos mostrar satisfechos si ese juramento se cum­
ple, cualesquiera que por otra parte sean los defectos del mis­
mo, entre ellos el de la intolerancia respecto de cierta materia
que nc creo oportuno nombrar.
CAPITULO II. De la sucesión á la Corona.—Diga lo que
quiera el sofisma, yo no admito ni puedo admitir las falaces
apologías que se hacen del principio hereditario. La historia
desmiente el elogio, y el principio electivo está muy lejos de
igualar en sangre y desastres al que los publicistas en general
le oponen como mas ventajoso. Entre las reformas que el tiem­
po debe traer un dia, aunque lejano, al sistema representativo,
cuento yo en profecía la elección de los reyes constitucionales.
Entonces será verdad práctica la soberanía del Pueblo: enton­
ces serán los monarcas verdaderamente monarcas: entonces
quedará concillado el gobierno con la libertad hasta el punto en
que pueda concillarse el mando con la obediencia: entonces se­
rá lucha pacífica la que hoy es guerra atroz, cruda y á muerte
entre esos elementos opuestos.
En la Constitución del año 12 no podia quedar consignada
la elección popular del monarca. En ella campea á su anchura
el principio de sucesión con la cualidad de veroéluo, debiendo