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van , si es que son simpatías reales, y no medios que adoptan los
Pueblos para fascinar á sus gefes, cuando estos por su parte adop­
tan Cartas para engatusar á los Pueblos.
Fuera de esto lo que se fuese, lo que es Cádiz fue siempre el
mismo en mirar con mal ojo al intruso, siguiendo inalterable en su
empeño de romperle la crisma á lodo trance. El castillo de Mata-
gorda, situado cerca de la costa del caño del Trocadero, cayó pron­
to en poder del francés, no obstante el notable denuedo con que
le defendieron los ingleses hasta verlo reducido á cenizas. Este
desgraciado incidente no hizo desmayar el valor de los demás he­
roicos defensores, y menos estando provistos de otros medios de
resistencia, y teniendo una escuadra española con otra de buques
británicos, fondeadas las dos en la bahía. Disgustado el duque de
Alburquerque por piques con la junta de Cádiz, dejó el mando de
las tropas que con tanta gloria habia salvado, y pidió la embaja­
da de Londres , sucediéndolo Blake en el cargo de capitanear el
ejército;Blake, general desgraciado, pero militar entendido, no
obstante su poca fortuna. La Regencia, hasta entonces en la Isla,
fijó en Cádiz su residencia, y activando de acuerdo con la junta
las operaciones de afuera, ordenó á Copons alzar gente en el con­
dado de Niebla, mientras Jácomey Ortizde Zarate hacian por su
parte otro tanto en la Serranía de Ronda. Copons no pudo reunir
al principio sino unos 700 hombres, que es lo mismo que decir
cuatro gatos comparativamente con el número de sus enemigos;
mas la cosa era empezar, como bien se deja entender. La trifulca
de la Serranía puso en terrible aprieto al enemigo , el cual salió
de Ronda á todo escape el dia 12 de marzo, aunque volvió á ocu­
parla el 21. Los señores contrabandistas se lucieron allí como
héroes, y con decir los contrabandistas, digo la Serranía en cuer­
po y alma, porque ¿quién hay allí que no sea lo que se llama d^