LudovicoBertonioMuchosCambios
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46 Ludovico Bertonio<br />
praesentem diem". Pues si los indios son de esta<br />
manera por falta de enseñanza, muy claramente se<br />
echa de ver que somos culpados en ello, pues por no<br />
saber su lengua no los enseñamos, ni damos bastante<br />
noticia del Evangelio, ni creo que ahora nadie, si tiene<br />
un cántico de humildad, que no conceda esto, sin osar<br />
contradecirlo y donde no se siembra, qué esperanza<br />
puede haber ni aún mediana cosecha.<br />
Concedamos pues que. aunque la tierra está llena de<br />
espinas y abrojos y por ello muy mala de sembrar;<br />
pero ya que nos hemos encargado de ella y llevamos<br />
nuestro estipendio a título de que somos sus<br />
labradores, no tendremos que responder a su dueño<br />
cuando se ponga en cuenta con nosotros y nos pida los<br />
frutos que no cogimos por no haber trabajado en<br />
cultivarla. No soy amigo de encarecer nuestras cosas,<br />
pero volviendo por la verdad, digo que en este pueblo<br />
de Juli y cuando quiera que se pone cuidado en<br />
enseñar "Verbo et opere" la doctrina evangélica<br />
conforme a la capacidad de los indios, se ven almas<br />
muy aprovechadas, no solamente en la enmienda dé<br />
su vida pasada, sino también en virtudes y costumbres<br />
cristianas. Y sí también se vé otros que no son tales y<br />
perseveran en sus vicios y maldades por muchos<br />
sermones que les prediquen, digo que es cosa común<br />
en todos los pueblos de cristianos estar mezclados<br />
buenos y malos y siempre lo estarán hasta que el<br />
mundo se acabe. Y así no hay que espantarse que se<br />
vea esto mismo aún entre indios, que de continuo son<br />
enseñados; pues de gente más política entendida que<br />
ésta dijeron: "Nom omnes obediunt evangelio, &<br />
domine quis creditit anditui nostro?" Y con todo esto<br />
no dejaron de predicarles, pues dijo el profeta: "In<br />
omnem terram exivit nonus eorum".<br />
Confesemos pues que no tienen toda la culpa los<br />
indios si aprovechan tan poco en la doctrina<br />
evangélica, pues procede también del descuido que<br />
nosotros tenemos en enseñarles, y de la poca<br />
confianza que tenemos en Nuestro Señor de que<br />
haremos algún provecho por mucho que los<br />
doctrinemos.<br />
Para librarnos de esta culpa no hay otro remedio que<br />
sujetarnos al trabajo, animándonos con el ejemplo de<br />
los que no solamente le tomaron en aprender lenguas<br />
de naciones muy bárbaras para reducirlas a Cristo;<br />
sinodé los que dieron sus vidas en esta tan gloriosa<br />
empresa de ganarlas para el cielo ¿Qué dejó de hacer<br />
el príncipe de los apóstoles San Pedro, a quién<br />
Nuestro Señor entregó el cargo de su rebaño? ¿Qué<br />
trabajos no tomó su co-apostol San Pablo y los demás<br />
Apóstoles y discípulos del Señor? ¿Quién dirá las<br />
provincias y tierras que anduvieron? ¿Quién el<br />
hambre, sed y desnudez que padecieron? ¿Quién las<br />
afrenta, cadenas y largas prisiones que pasaron?<br />
¿Cuántas noches emplearon en oración, negociando<br />
con Dios la salvación de las almas, que con tantas<br />
ansias iban buscando? Y aunque principalmente se<br />
echa de ver de esto en los sagrados Apóstoles y otros<br />
varones apostólicos de aquellos tiempos de la<br />
Primitiva Iglesia; pero nunca han faltado en ella<br />
santísimos pastores, celosísimos sacerdotes y varones<br />
encendidos en la caridad de sus prójimos, que<br />
olvidados de las cosas perecederas de la tierra, todos<br />
sus cuidados, deseos y continuos trabajos. Emplearon<br />
en acrecentar la hacienda de Cristo, que son las almas<br />
redimidas con su sangre preciosa. Pero mas que todo<br />
nos animará el ejemplo del mismo Cristo, el cual tuvo<br />
tanto amor a las almas, que por sacarlas del poder del<br />
infernal tirano y de los eternos tormentos, no dudó<br />
siendo Dios nacerse hombre, abatirse, humillarse,<br />
pasar hambre, sed y cansancio; y finalmente tender<br />
sus brazos en una Cruz y dejarse enclavar en ella,<br />
dejando asombrado al Cielo y a la Tierra con el amor<br />
tan excesivo que mostraba a las almas, dando su<br />
divina vida en trueques de ellas.<br />
¿Pues qué amor mostraremos a Cristo los sacerdotes,<br />
si habiéndonos encargado el cuidado de la cosa que<br />
más amó y ama en este mundo, que son las almas con<br />
tanta tibieza las buscaremos y a vista de ojos<br />
dejaremos que su capital enemigo -triunfe de ellas,<br />
arrebatándolas del reino del cielo para llevarlas a los<br />
abismos del infierno? Ingratitud fuera ésta y crueldad<br />
tan aborrecible en los ojos de Dios. Cuan dañosa y<br />
perjudicial a nuestras mismas almas, que han de dar<br />
cuenta de lo que nos han entregado. Y por ser negocio<br />
dificultoso poder cumplidamente satisfacer a esta tan<br />
precisa obligación que tenemos los sacerdotes a cuyo<br />
cargo está enseñar la Doctrina Evangélica a esta<br />
nación Aymara, sin un vocabulario de su lengua, he<br />
procurado salga a luz, tal cual es éste, que agora<br />
sacamos.<br />
No sé si he salido con mi intento, pero ha sido buscar<br />
y recoger el trigo y molerle, juntando todos los<br />
vocablos que han parecido necesarios para el fin que<br />
pretendemos. Lo que resta agora es que amasemos el<br />
pan con el agua de la Doctrina Celestial; porque ni el<br />
saber la lengua de los indios aprovechará sin la<br />
enseñanza continua de esta soberana doctrina; ni<br />
tampoco el saber esta misma doctrina, si no se supiese<br />
manifestar con claridad de los vocablos, frases y