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bras retienen la leche, cuando este líquido
cesa de salir, no obstante la presión ejercida,
bien porque el animal se sienta disgustado,
bien porque hace movimientos bruscos. Como
los músculos de las ubres pertenecen á la clase
de músculos libresy no á la de músculos estriados
ó voluntarios, el fenómeno no puede ser
provocado por la musculatura de los orificios
de salida, ha de ser debido á otra causa, que
reside, á juicio del Sr. Fürstenberg, en la
abundante red de venas que rodea la base de
las mamas. En efecto; si se entorpece el curso
de la sangre contenida en esos vasos, se hinchan
de tal manera que determinan una reducción
de los canales de desagüe ó lactóforos,
y solamente pueden pasar por éstos pequeñas
cantidades de leche. La principal
masa de la sangre venosa es conducida desde
la ubre por las venas peritoneales, venas lácteas,
que se extienden por el costado de la región
abdominal y por las venas que se dirigen
hacia la parte posterior, por cima del perineo.
Ahora bien; la contracción de los
músculos abdominales siempre puede ejercer
sobre las primeras y aun sobre las segundas,
por la tensión del diafragma y la interrupción
del movimiento respiratorio, una presión activa,
pero de corta duración, y que entorpece
la circulación de la sangre. Así, pues, mediante
ciertos movimientos musculares, la
vaca provoca un aflujo de sangre á la ubre
más ó menos cuantioso, y detiene la salida de
la leche durante algunos instantes. Cuando
esos movimientos se repiten en breves intervalos,
lo que no exige esfuerzos especiales
por parte de la res, sobre todo si ésta es algo
dura para la operación de ordeñar, aun cuando
la retención solamente pueda durar algiir
nos momentos, el hecho puede tener consecuencias
desastrosas para el animal. En la
mayoría de los casos la retención es provocada
por los dolores que siente la vaca, la oveja,
etc., durante la operación de ordeñar, y á
veces por un estado de tristeza ó furor. De
ahí la necesidad de acariciar á las reses para
tranquilizarlas, y de abstenerse de castigarlas
si se resisten á la operación. Cuando no logra
el ordeñador evitar que el animal retenga la
leche, á pesar de tratarle con cariño y de pasar
la mano con suavidad varias veces por las
ubres, es necesario examinar cuidadosamente
tanto éstas como los pezones, y se averiguará
que la res tiene alguna lesión ó que hay alguna
estrechez que impide la salida de la leche.
En el segundo caso se remedia el mal introduciendo
durante algún tiempo tubos de diámetro
cada vez mayor. Cuando son duras de
ordeñar, los dolores que la operación las produce
son la causa de la retracción de los
vasos.
Desde luego se ha de proceder á la operación
de ordeñar, comenzando por extraer la
leche con lentitud, acelerando después el movimiento
de la mano y precipitándola cada
vez más, hasta el momento en que deje de salir
la leche ó las ubres sólo den un líquido
muy tenue. Después de ordeñar con toda la
mano ó con el pulgar encorvado, se oprimirá
la mama entre el pulgar y el índice para sacar
las últimas gotas. Es necesario proceder
de tal manera que no quede leche en las
ubres, porque en otro caso se perdería la mejor
parte de la leche contenida en la mama y
la más rica en manteca. Cuando se deje de
extraer con frecuencia parte de la leche contenida
en las ubres al tiempo de ordeñar, irá
disminuyendo de día en día el rendimiento,
se alterará la calidad del líquido y acabarán
por enfermar las mamas. Precisamente por eso,
cuando se desea que una res deje de dar leche,
como, por ejemplo, cuando se aproxima el
momento del parto de las vacas, se las ordeña
primero de veinticuatro en veinticuatro
horas solamente; después de treinta y seis en
treinta y seis, y últimamente de cuarenta y
ocho en cuarenta y ocho, porque así se va reduciendo
gradualmente la secreción, hasta que
cesa por completo. La leche obtenida durante
ese período es impropia para la fabricación
del queso, lo mismo que los calostros, ó sea la
leche segregada durante los días que siguen
al parto. De todas maneras, convendrá dejar
caer fuera de la vasija los primeros chorros
de leche que se extraen, por ser demasiado
acuosos y contener á veces pituita, y aun
principios amargos, que bastarían para alterar
después toda la masa de leche extraída. El
encargado de dirigir la operación de ordeñar
las vacas deberá examinar la diferencia de la
leche de cada animal, y aun de cada ubre en
la misma res, porque no conviene mezclar la
de mediana calidad con la buena. Esa precaución
es muy importante en la industria quesera,
y así en la Aligovia, comarca bávara,
donde se fabrica cuidadosamente el queso, el
que ordeña va probando la calidad del líquido
bebiendo algunas gotas.
Al ordeñar, como al hacer cualquiera otra
operación de ¡echería, es necesario la limpieza
ante todo. Sabido es que la leche, como todos
los demás líquidos animales, se descompone
con facilidad suma cuando se la deja en
contacto con el aire á la temperatura ordinaria.
Como se ha descubierto gran cantidad de
hongos microscópicos sobre todas las materias
en descomposición, no es imposible que
sean esas criptógamas las que provocan ó
aceleran al menos la descomposición de la leche
, sobre todo cuando esas vegetaciones microscópicas
hallan las condiciones necesarias
para su desarrollo. Necesario es, por tanto,
adoptar precauciones, mantener esos vegetales
ta.n alejados de la leche como sea dable,
y combatir su propagación por todos los medios
posibles. Puesto que abundan, según recientemente
se ha demostrado, en el cuerpo
del hombre y en el de los demás animales, así
como en todas las cavidades animales á que
tiene acceso el aire exterior, sobre todo cuando
se descuida el aseo, DO cabe negar que las
impurezas de la ubre de las reses hembras
contendrán vegetaciones criptogámicas, ni