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esos depósitos, en que hallan substancias utilizables.
En América hay unas ratas almizcleras,
denominadas hediondas por los indios,
que por glándulas anejas al aparato genital
segregan un líquido lactescente, de olor muy
característico y que se emplea como succedáneo
del almizcle. Las pieles son muy estimadas
para los abrigos, sobre todo cuando son
de color castaño, como las de la marta. Los
Lemmings ó Myodos son ratones de campo
que no tienen atrofiado el pulgar de las patas
delanteras como las especies anteriores. Su
cola es muy corta y apenas visible; su capa es
de varios colores, rojo obscuro, blanco, gris,
negro, etc. Viven en las regiones del Norte,
y emigran hacia las meridionales en períodos
irregulares, perseguidos por los perros, las
comadrejas, los cuervos, los aguiluchos y los
mismos rengíferos, que sus dueños procuran
naturalmente retener.
La multiplicación ó invasión de los ratones
de campo causa gravísimos daños á las cosechas,
y como de cada pareja pueden salir trescientos
individuos en un año, el terror que inspiran
álos campesinos está sobradamente justificado.
Los verdaderos campañoles abren en
primer término con su hocico, en forma de
cuña, una galería subterránea á unos 10 centímetros
de profundidad con relación á la superficie
del suelo, y á la extremidad de ella
forman una cavidad redondeada, de un litro ó
litro y medio de capacidad, desde la cual trazan
nuevas galerías que van á terminar en la
superficie del terreno. Una de ellas sirve para
entrar; las otras para salir en caso de peligro.
Tales trabajos son dañinos para la vegetación,
bien porque los ratones cortan las raíces de
las plantas que encuentran en su camino, ya
porque las descubren y las ponen en contacto
directo con el aire exterior; además, para alimentarse,
devoran raíces de todas las clases
de plantas cultivadas. Si se instalan en un
campo donde se siembran los cereales, se comen
la semilla y arrancan los tiernos tallos
inmediatamente después de la germinación.
Cuando las plantas han madurado, cortan las
cañas con sus acerados dientes y deshacen las
espigas, para llevar algunos granos á la cueva
ó depósito. Eu los prados naturales ó artificiales
cortan también las hierbas por cima
del nudo vital, roen los tallos y las hojas, y,
por último, las raíces. Tan poco las leguminosas
y las plantas explotadas por sus raíces
escapan á la voracidad de esos animales.
Como las colonias de campañoles son muy
numerosas y cada individuo consume diariamente
unos 20 gramos de alimentos, ocasionan
enormes pérdidas en las comarcas en
que aparecen. Sus estragos, apenas perceptibles
en la mayoría de los años, son devastadores
cuando el calor y la abundancia de la
vegetación favorecen el desarrollo de la plaga.
Pocas causas naturales son bastante enérgicas
para impedir la multiplicación de los
campañoles; la más eficaz es la caída de lluvias
torrenciales que inundan las guaridas;
del fuego escapan abriendo galerías á mayor
profundidad; la nieve que cubre el suelo en
invierno, sirve para abrigarlos. Entonces, si
la capa es delgada, la separan para descubrirlas
tiernas plantas que han de consumir; si es
gruesa, se nutren con las raíces de las plantas
vivaces que penetran á gran profundidad. En
la memoria de los campesinos franceses están
muy presentes los años en que los campañoles
invadieron los campos. La primera que se
cita es la del siglo xv, y por la misma razón
son memorables los años 1766, 1792, 1801,
1802, 1822, 1823, 1832, 1856, 1863 á 1867,
1872 y 1880 á 1884. La invasión ha quedado
localizada unas veces en comarcas de reducida
extensión, y otras ha devastado casi todo
el territorio francés. En España no se citan
invasiones tan asoladoras, ó más bien no se
cita ninguna.
Se ha discurrido mucho acerca de los medios
adecuados para exterminar esos ratones,
que tantas pérdidas ocasionan , y se han recomendado
los cebos envenenados, la asfixia, los
lazos y los trabajos manuales. Como venenos
para destruirlos se han preconizado, entre los
vegetales, la Scilla marítima, que crece en las
playas arenosas del Mediterráneo, y da buenos
resultados, y entre los minerales, el arsénico
y el fósforo. Generalmente se mezclan
con los granos, y se colocan eu la entrada de
las galerías de los campañoles; mas tales pastas
pueden causar la muerte de las aves de
corral que salen á carear por los campos. Entre
las fórmulas que han dado mejores resultados,
se citan las siguieutes:
l." Se disuelve arsénico en agua, á razón
de 8 gramos por litro, y se ponen á macerar
en la disolución los granos de trigo que hayan
de emplearse para cebo.
2. a
Se agrega á la disolución destinada al
encalado de los granos contra la caries, y por
cada hectolitro de semilla, 16 litros de otro
líquido preparado con 12,50 litros de agua y
3,50 de un líquido arsenical graduado. Este
segundo líquido se prepara disolviendo ácido
arsenioso pulverizado en agua que contenga
sosa cáustica, con objeto de formar el arseniato
de sosa. El grano ha de permanecer mucho
tiempo en remojo.
3. a
Se maceran 10 litros de trigo durante
varias horas eu agua que contenga 60 gramos
de melaza por litro, se saca el trigo y se
le pone á orear hasta que se vuelva untuoso;
entonces se le revuelve con 30 gramos de arsénico,
y luego con 600 de harina de trigo,
formando así pequeñas pastas blanquizcas. Se
cogen con una espátula esas pastitas y se van
echando de cinco en cinco ó de seis en seis en
las galerías de los campañoles, las cuales se
taparán pisando en la boca con el tacón del
calzado. Los 10 litros bastan para acabar con
los ratones que haya en una hectárea de terreno.
4. a
La pasta fosforada se emplea unas ve­
ces con grano, otras con ronchas de patatas ó
de pan. Se prepara esa pasta fundiendo 500