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puerto de Aguadilla y continuando después
su viaje á Santo Domingo, sin hacer más por
el momento que cambiar el nombre de JBoringuen
que los indios daban á la isla, por el de
San Juan Bautista.
En 1508 comisionó Colón al capitán Ponce
de León para que explorase y reconociera la
isla, de la que tenía buenos antecedentes por
los indios que llevó; enterado Ponce de las
buenas condiciones que tenía para establecerse
en ella, llevando muestras de oro y de la
fertilidad del país, dio cuenta á Colón, que
dispuso en seguida lo necesario para fundar
el primer pueblo español, que se llamó Caparra,
hoy Pueblo Viejo.
Los habitantes de la isla tenían un color
cobrizo, eran fuertes, de nariz chata, ojos
opacos, frente estrecha, cabello largo y gran
agilidad; hombres y mujeres andaban completamente
desnudos, pintando en su cuerpo
extrañas figuras; sólo las mujeres casadas
vestían una rolla, ó más bien delantal corto,
que más bien era distintivo del estado civil
que signo de honestidad. Eran sencillos, crédulos,
hospitalarios y muy amantes del baile;
en cada baile había siempre un danzante
principal, que era el encargado de recitar las
hazañas de los caciques, los hechos de armas
del pueblo y todos los acontecimientos dignos
de perpetuarse y pasar por tradición á la posteridad.
Se cree, por buenas conjeturas, que
los habitantes de la isla procedían de Méjico,
y de origen mogol.
Los indios llevaban en la nariz y orejas diferentes
y caprichosos dijes.
La primera disposición que tomaron los españoles
fué la de repartirse la. población india
en partes proporcionales á la categoría
oficial que representaban, y tomando la tierra
que les parecía, obligaban á estos esclavos
á cultivarla.
Creyeron los indios que los españoles eran
seres inmortales, acatando, por tanto, cuanto
ordenaban; pero ante el rigor con que los
trataban, ante la conducta que seguían y la
injusticia que usaban, sospecharon que no
podían ser lo que creían; que lejos de proceder
del cielo, procedían de la región del mal;
para salir de dudas concertaron hacer la prueba
en la primera ocasión propicia, deparándoseles
á poco un joven español, llamado Salcedo,
que les pidió ayuda para traspasar un
río; pero al estar lejos de la orilla, le dejan
caer y lo tuvieron debajo del agua hasta que
no dio señales de vida; para mayor seguridad,
lo sacaron á la orilla y le tuvieron tres días
al descubierto, hasta ver si se corrompía ó no;
vino la corrupción del cadáver, cuya pestilencia
despertó á los indios y difundió por
toda la atmósfera de la isla el miasma bélico
que invadió todos los corazones.
Botos ya los respetos, cada cacique, al
frente de su ranchería, buscaba á los españoles,
y peleaban todos como buenos hasta que
unos ú otros huían.
A la vez que los indios luchaban con los
españoles, tenían que defenderse de los caribes,
pueblo feroz que, procedente de las riberas
del Orinoco, había invadido muchas de
las pequeñas Antillas, guareciéndose, como
en Puerto Rico, en lugares convenientes.
Los indios que no sucumbieron ante estos
dos enemigos, fueron sometidos y hechos esclavos;
esclavitud que duró poco, porque
apenas transcurrió medio siglo de la invasión
española, cuando ya no quedaba ni un solo
indio en la isla, todos murieron ó emigraron;
•tal fué la política del pueblo español, que ala
par establecía la Inquisición para castigar herejías.
La población de la isla quedó reducida
á la raza española y á la raza negra, importada
como esclava de África, siendo, por tanto,
principio y causa de la esclavitud de africanos
la falta de brazos que tenían los españoles
para que cultivaran sus tierras, al ir los indios
extinguiéndose; estas dos razas son las que
subsisten, con la variedad de mestizos que su
cruce ha originado.
Vencidos los indígenas, faltaba vencer y
escarmentar á los feroces caribes, que en varias
ocasiones acabaron con la población española,
y tenían en constante aprieto á la isla.
Medio siglo ó más costó de luchas, de persecuciones
por mar y de expediciones de la
Dominica y otras islas, sucumbiendo varones
ilustres como D. Cristóbal de Guzmán y otros
que asesinaron.
En 1595 una escuadra inglesa arribó airosa,
con objeto de apoderarse de Puerto Rico;
pero prevenidos los españoles, tuvieron tiempo
de atrincherarse, defenderse y atacar, logrando
al fin que una noche la escuadra
enemiga izara la vela y terminara la jornada,
pereciendo el general inglés Juan Aquimes.
En 1625 una escuadra holandesa logró desembarcar
en la capital y reducir la guarnición
al castillo del Morro, donde se refugió
con el gobernador general; hubo asaltos y salidas,
disparos certeros por una y otra parte,
pero auxiliados los del castillo por gentes del
campo, se rehicieron los españoles y castigaron
al holandés, que abatido, se vio obligado
á izar la vela más que á escape, dejando al
salir numerosas reliquias de su escuadra en
poder de los españoles.
Al poco tiempo nuevos asedios y nuevas
piraterías de ingleses, franceses y holandeses;
pero aleccionados los habitantes, empezaron
la fortificación de la capital, que terminó en
una muralla inexpugnable y soberbia que les
permitió rechazar el asalto de bandidos.
En 1678 nueva escuadra inglesa se presentó
pidiendo serenamente la rendición de la
plaza, pero recibieron la contestación por las
gargantas de los cañones, cuyas sílabas se insinuaron
con tan elocuente persuasión, que
los ingleses, desengañados, tuvieron que aligerar
sus naves para desandar mar adelante lo
que antes despacio anduvieron mar adentro.
Los acontecimientos militares ocurridos
desde aquella fecha á la actual, se reducen á
dos ó tres asonadas separatistas, eco sin duda