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ticulados y de caucho, que siguen el movimiento
alternativo y descendente del aparato
en una longitud de algunos metros, que
es el intervalo para aduccionar un tubo más.
La sonda puede obrar por giro ó por percusión,
según la calidad del terreno y la herramienta
que lleve á su extremo, empleándose
para su maniobra las gritas ó el torno; el caballete
para montar y sacar la sonda, en nada
se diferencia de los de las perforadoras ordinarias.
Cuando quiere hacerse funcionar el aparato,
se empieza por poner la bomba en movimiento,
inyectando por el interior de la sonda
una columna de agua que, llegando hasta
el fondo del taladro, sube por el espacio anular
que resulta entre los tubos y el orificio,
arrastrando en su corriente los residuos de la
perforación; se hace funcionar después la sonda
como una de las ordinarias, y á medida
que se van desprendiendo residuos de terreno
arrancados por el útil., son arrastrados por la
-corriente del agua inyectada por la bomba,
-que no debe dejar de funcionar, resultando de
esto que no es necesario extraer la sonda ni
•suspender el trabajo para limpiar el agujero,
-con lo que se obtiene una gran economía en
tiempo y en trabajo. Otra ventaja muy importante
de este sistema es que el últil perforador
no se atranca nunca cou el detritus,
funcionando siempre sin obstáculo en el fondo
del taladro; si á esto se agrega que este
sistema de sondeo no pro-luce desprendimientos
de tierra dentro del pozo, habremos visto
las grandes ventajas de este sistema sobre los
precedentes.
Su autor, M. Fauvelle, ha practicado en la
plaza de Santo Domingo, en Perpignan, un
pozo en el que obtuvo aguas ascendentes á
170 metros de profundidad, habiendo empleado
eu la operación catorce días de trabajo útil
á diez horas por día, lo cual representa un
trabajo medio de 12 metros diarios. En el sistema
descrito la inyección tiene lugar por el
interior de la sonda; la experiencia ha enseñado
que cuando se encuentran piedras y arenas,
es preferible inyectar el agua por el anillo
libre y hacerla subir por el interior de la
sonda, siendo de este modo mayor la velocidad
del agua y más expedito el agujero de salida
de las arenas. M. Fauvelle ha logrado
•elevar por este medio cautos rodados de 6
centímetros de largo por 3 de grueso. Un los
agujeros de gran profundidad y de diámetro
grande, se puede reducir el peso de la souda
haciendo los tubos de madera.
La naturaleza más ó menos deleznable de
los terrenos que atraviese el orificio de sondeo,
obliga generalmente á sostener las pare
des en su totalidad ó en parte de él por me
•dio de tubos de revestimiento, En los taladros
poco profundos y de pequeño diámetro, dss
tinados exclusivamente á la exploración del
subsuelo, basta á veces consolidar las paredes
con arcilla plástica; para esto se retira el aparato
de perforación, y se rellena el agujero
I hasta pasar el banco que produce los desprendimientos
con arcilla plástica consistente, apisonándola
bien y taladrando en la arcilla apisonada
de nuevo con una barrena.
Los taladros destinados á la obtención de
aguas ascendentes deben estar guarnecidos de
un entubado colocado con gran esmero, cuyo
objeto principal es impedir el desprendimiento
de partes del terreno que podrían obstruir
la corriente ascensional del agua, y evitar la
absorción de una parte de estas aguas ascendentes
por las capas permeables que atraviesa
el pozo; para esto la base del entubado
debe empotrar en la capa impermeable que
recubre la vena de agua, de un modo exacto
que impida las fugas.
El revestimiento con tubos de madera es el
más durable y económico, pero tiene el inconveniente
de disminuir de
una manera muy notable el
diámetro del pozo, á causa
del considerable grueso que
hay que dar al tubo, que no
puede ser menor de 3 á 4
centímetros; se ensamblan
estos tubos á media madera,
Sil
Fifítn-a 200
y se consolidan cou un manguito
de palastro, embutido
en las piezas y consolidado
con tornillos.
Suelen emplearse algunas
veces tubos de hierro fundido,
empalmados á tornillo ó
con enchufes, pero se rompen
con facilidad al colocarse;
también se colocan tubos
de palastro ó chapa de hierro
dulce, pero éstos duran
poco y se oxidan fácilmente,
aun con las aguas más puras.
Suelen emplearse también
tubos de cobre estañados
por su interior y duran mu­
cho tiempo, pero aun cuando se los haga
muy delgados, en cuyo caso no ofrecen bastante
resistencia á los empujes del terreno,
resultan á un precio demasiado elevado; cuando
las aguas son sulfurosas, como sucedió en
Enghien, M. Degonssée probó, con excelente
resultado, el empleo de tubos de cinc.
El material recomendado como más durable
para los tubos de los pozos artesianos es
el hierro galvanizado; éste es el generalmente
empleado eu el día; los tubos de plancha se
cosen con ribetes, según una generatriz del
cilindro, y se enlazan entre sí por sus extremos
por medio de manguitos ó por medio de
enchufes.
La figura 200 representa las dos disposiciones
que suelen adoptarse; se da á estos tubos
un diámetro exterior algo menor que el del
taladro, y se los introduce en el pozo, haciéndolos
girar á modo de barrena; el grueso de
la chapa debe ser bastante fuerte para que
resi-ta los golpes ligeros que hay que dar sobre
el último para hacerlos bajar; M. Degous-