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•cual invierte la proporción, es decir, que de
los huevos incubados se pierde el 20 por 100
y se conserva el 80. La principal tarea del
piscicultor consiste, por lo tanto, en distribuir
los huevos donde sea más conveniente que
nazcan los embriones, ya por no haber auimales
voraces en el sitio elegido, ya por ser
más fácil cuidar de los recién nacidos. Es preciso
tener en cuenta las coudicioues en que
se verifica la incubación natural de cada especie,
y crear condiciones análogas para la
artificial. El nacimiento de los salmones puede
verificarse, como sucede en Suecia y Noruega,
á I o
ó 2 o
sobre 0; á 2 ó 5 sobre 0, como
en Alemania, y á 12°, como en Francia, exceptuando
el salmo hucho, que se reproduce en
primavera. La duración de la incubación va
ría según las especies y según la temperatura
en una misma especie; es muy breve para el
salmo hucho, y para el ordinario dura cuarenta
y cinco días con una temperatura de 8 o
,
cincuenta y cinco con una de 7 o
, sesenta y
Figura 134.—Artesilla de cinc esmaltado para la incubación
cinco con una de 6 o
, setenta y cinco con una
de 5 o
, ochenta y cinco con una de 4 o
, y noventa
y cinco con una de 3 o
sobre 0, es decir,
que la diferencia es de diez días por cada
grado. En aguas que tenían la temperatura de
18° se han obtenido peces en veinticinco ó
treinta días de incubación, pero los pececillps
murierou antes de reabsorber la vejiga umbilical.
En el artículo Incubación artificial de los
peces hemos indicado ya la marcha que se
debe seguir para obtener de esa operación los
resultados apetecidos; aquí nos limitaremos á
llamar la atención sobre el aparato representado
por la figura 134, acondicionado para
colocar los huevos en zarzos separados de las
cajas que han de contenerlos, y dispuesto de
tal suerte que sea posible extraerle para examinar
el estado de los huevecillos. Las cajas
ó artesas pueden ser de madera, de metal, de
piedra ó de barro cocido. Los piscicultores
prefieren las últimas, porque en las de metal
pueden desarrollarse corrientes eléctricas que
maten la vitalidad de los huevos, y las de
madera sólo sirven después de bien maceradas,
para que pierdan el tanino. Los zarzos
se hacen de mimbres, alambres, tela metálica
ó barritas de cristal, como los usados por
M. Coste (figura 134). Una lámina de plomo
conveuieutemente doblada sujeta los extremos
de las varillas de cristal, paralelas entre sí y
separadas por una distancia de 2 ó 3 milímetros.
El bastidor lleva eu ambos extremos
unas asas, que facilitan su introducción en la
artesa, y su extracción cuando sea necesaria.
Un reborde ó saliente que la artesa ha de
tener eu su parte media, sirve de apoyo al
bastidor. Eu uno de los bordes superiores ha
de tener una escotadura para dar salida al
agua, si no se prefiere practicar un orificio
en uua de las paredes, como indica la figura.
Las artesas suelen tener un decímetro de profundidad,
y su longitud y anchura varían
según los casos. Colócanse en series, de manera
que el agua de las uuas vaya vertiendo
en las otras y arrastre á los alevines, á medida
que vayan naciendo/al depósito, en que se
recogerán cou cazos, para llevarlos al estanque
ó alberca en que han de criarse. Cuando
se vean huevos dañados es necesario
separarlos para que la descomposición
no se propague á los demás.
Se conoce que los huevos están
muertos por perder su transparencia
y color, volviéndose opacos y
blanquecinos. No es necesario extraerlos
cuando, por no ser bien
pura el agua, se cubren de una ligera
capa de limo; han de permanecer
tranquilos hasta que se distinga
perfectamente el embrión.
Cuando se observe en el huevo un
punto negro, es preciso redoblar la
vigilancia, porque estará á punto
de aparecer el pececillo, y en cuanto
nazca el primero no se harán
esperar los siguientes mucho tiempo.
Una modificación importante, por la cual
en último término se adopta el antiguo sistema
de Jacobi, con la diferencia de excluir los
recipientes cerrados, consiste precisamente
en dar salida al agua desde el interior de los
mismos recipientes por un canal convenientemente
dispuesto, y gracias á orificios ó hendeduras
pequeñas practicadas en aquéllos. De
esa manera se evita el inconveniente de hacer
pasar la misma masa líquida de un recipiente
á otro, de manera que llegue al úlcimo cuando
haya perdido más elementos respirables de
los que pueda adquirir en su camino ó cuando
está inficionada con los detritus é inmundicias
de los estanques ó vasijas por los cuales
haya pasado, habiéndose elevado ó reducido
además su temperatura, según el estado del
ambiente. Cualquiera que sea el sistema adoptado
para formar y ordenar los recipientes de
incubación, han de estar cubiertos todos ellos,
para evitar la acción de la luz y del calor, la
caída de polvo, y con él de gérmenes de infusorios
y algas, cuyo desarrollo perjudicaría
á los huevos. A veces se emplea directamente
el agua, cuando la observación y la experiencia
patentizan que su temperatura, sus cua-