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grupo de individuos de caracteres comunes,
cuyos individuos á la vez se asemejan á otros
grupos de la especie de que proceden. Las
razas son variedades fijadas, que frecuentemente
se reproducen, poco más ó menos, sin
ninguna variación, como lo hacen las especies.
Pueden ser consideradas como sub-tipos,
y contener un número más ó menos considerable
de formas secundarias ó de sub-variedades,
del mismo modo que una especie puede
contener un número más ó menos grande de
razas particulares.»
Según este concepto, puede definirse la
raza diciendo que es una variedad fijada ó
constante de la especie, un grupo de individuos
cuyos caracteres comunes se reproducen
semejantes ó idénticos por medio de la
generación. Estos caracteres transmisibles dan
á los individuos de un grupo una fisonomía
peculiar que hace se distingan perfectamente
de los individuos pertenecientes á otro grupo.
Cuando son menos estables y carecen de
constancia en un grado cualquiera, las diferencias
de tales caracteres constituyen variaciones
poco durables ó efímeras, no pudiendo,
por consiguiente, ser consideradas atributos
de razas.
Esta distinción, según expresa M. Gayot,
interesa particularmente al ganadero, y le
guía'con cierta seguridad de buen resultado
en la elección de los reproductores. Ora la
herencia influya indistintamente en los caracteres
más constantes y sobre los rasgos menos
fijos, ora reproduzca tan fácilmente los unos
como los otros, y no ofrezcan, en definitiva,
nada estable en el juego de las transmisiones,
puede establecerse como regla general lo siguiente:
cuanto más antigua es una raza, más
acentuados son sus caracteres y con más certidumbre
los transmiten los padres á los hijos.
< Con un ejemplo se comprenderá mejor la
idea. Todos los individuos de la especie lanar
tienen ciertos caracteres idénticos, pero hay
grupos que se diferencian de los demás por
otros que les son peculiares. La oveja churra
no se puede confundir con la merina, ni ésta
con la rasa. De la unión de reproductores merinos
nace siempre un cordero merino también,
y lo mismo acontece con la de reproductores
churros ó rasos; pues bien, tal fijeza de
cualidades, perpetuadas por la herencia, no
deja lugar á duda de que son constitutivas de
razas diferentes. Con razón, por consecuencia,
se puede decir que son verdaderas razas los
grupos merino, churro y raso.
:
Modernamente ha dado lugar esta cuestión,
al parecer tan sencilla, á polémicas, verdaderamente
encarnizadas, entre los hombres
'dedicados á la ciencia. ¿Es ó no posible la
creación de razas nuevas? ¿Puede ó no crearse
una raza con la unión de reproductores de
razas distintas? ¿Se transmiten por igual todos
los caracteres?
Algunos, entre ellos M. Sansson, niegan
más 'ó menos rotundamente la creación de
nuevas razas, y piensan que el hombre no tie­
ne poder para tanto. Cierto es que con sus
cuidados inteligentes puede modificar la raza
merina, por ejemplo, aumentando su corpulencia
y dando longitud á su lana, lo cual ha
sucedido con el ganado Rambouillet, ó bien
perfeccionando sus formas, aumentando su
precocidad, y dando brillo y lustre al vellón,
como sucede con el ganado Mauchamp; cierto
es también que esas cualidades pueden
transmitirlas los reproductores á la descendencia,
pero no con la constancia precisa, ni
con la distinción necesaria de otras, para que
el carácter sea típico de raza.
Los contrarios á este dogmatismo alegan
por su parte que, si en lo antiguo pudieron
formarse razas, no hay razón para que no se
formen en los tiempos presentes y para que
suceda lo mismo en lo futuro. Las diferencias
del clima, de suelo, de alimentos, exclama
M. Gayot, obran diversamente sobre los animales
domésticos transportados á comarcas
muy diferentes, y modifican profundamente su
condición, sus formas, sus aptitudes, su valor
relativo ó absoluto; y he aquí la razón de las
razas. No quiere esto decir que una modificación
cualquiera crea por necesidad una nueva
raza; pero puede afirmarse que si esa modificación
se generaliza y toma consistencia,
constituye un atributo peculiar, y los individuos
dotados de él forman un grupo diverso
de los otros conocidos, y por consiguiente una
raza. Algunos quieren que se llame variedad,
pero esto es cuestión de nombre, poco interesante
para el ganadero. ,
La segunda cuestión indicada es de particular
importancia, bajo el punto de vista zootécnico:
¿Puede resultar una raza del mestizaje
ó cruzamiento? Los partidarios de la pura
sangre lo niegan. Según ellos, para que haya
raza es menester que haya pureza, porque
sólo con la pureza de origen y con la homogeneidad
de sangre puede haber fijeza de caracteres
y poder indestructible de transmisión.
Nada vale para ellos que un reproductor
de pura raza actúe siempre sobre la descendencia
de un progenitor bastardo; la sangre
de éste, aunque sea en cantidad imperceptible,
manchará por siempre jamás la de los
individuos procedentes de esas uniones.
Más razón tienen, en nuestro dictamen, los
contrarios de este parecer de exclusivismo cerrado.
El ganado Durham, el ganado sajón,
el ganado Berk no proceden de un origen
puro, y sin embargo el mundo llama raza Durham,
raza sajona, raza de Berk, y no es de
creer que todo el mundo esté equivocado.
Federico Cuvier da sobre este particular
una regla que creemos exacta; es á saber:
«Siempre que una . modificación se propaga
por medio de la generación, puede constituir
un tipo de raza.» Con arreglo á este principio,
el hombre puede formar razas, teniendo
cuidado de unir constantemente individuos
dotados de las particularidades de organización
que quiere hacer típicas. Después de
algunas generaciones, estos caracteres, pro.r