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REDAÑO (Zoología).—Prolongación del
peritoneo que cubre por delante los intestinos,
formando un extenso pliegue adherido
al estómago, al colón transverso y á otras
visceras, y suelto por abajo. Se acumula á
veces en él gran cantidad de gordura.
REDECILLA (Zoología). — Segunda de
las cuatro cavidades en que se divide el estómago
de los rumiantes.
REDIL.-(V. Majada.)
REDROJO.—Racimo pequeño y de pocas
uvas, que van dejando atrás los vendimiadores.
|| Fruto ó flor tardía, ó que echan segunda
vez las plantas, que por ser fuera de tiempo
no suele llegar á sazón.
REFORMA.—Tomada esta palabra en el
sentido de corrección y enmienda, úsase continuamente
por cuantos conocen la triste actual
situación de la agricultura, y están persuadidos
de que es absolutamente preciso
variar los sistemas de cultivo para que la
clase propietaria y labradora tenga una utilidad
proporcionada al capital que su patrimonio
territorial representa. Reformas pide el
economista para aumentar el producto bruto,
en bien de la sociedad; reformas pide el mecánico
para sustituir la fuerza muscular del
hombre en las duras faenas campestres por
los poderosos artefactos inventados modernamente;
reformas el profesor de zootecnia para
abaratar la producción de la carne, ora perfeccionando
las razas, ora preparando couvenientemepte
ciertas substancias para el alimento
de los animales. Reforma es la palabra
escrita en la bandera enorbolada en la esfera
científica por todos los hombres de estudio;
reforma es el símbolo que mejor expresa el
progreso indefinido de la agricultura en los
diversos ramos que abarca. Reformar siempre,
es progresar siempre; progresar siempre en
agricultura, es aumentar la renta del cultivador
y extender incesantemente el consumo;
extender el consumo significa poner á todas
las clases en disposición de poder adquirir los
artículos necesarios para la vida, es desterrar
la indigencia y nivelar en lo posible las condiciones,
elevando de grado en grado á los
que se hallan en las inferiores.
Expresado en estos términos el concepto
de la reforma, no habrá quien la rechace. Los
mismos que han de practicarla, pero no la
practican, la reclaman á su vez á voz en grito
de los capitalistas, de los que presumen ser
poseedores de la verdad científica, y de los
Gobiernos.
«Variad, dicen á los primeros, vuestro modo
de obrar respecto al destino que dais á
vuestros fondos; vivificad los campos con parte
del capital que lleváis á empresas industriales
y mercantiles, ó destináis al sostenimiento
de vuestro boato;» «dadnos reglas, dicen á los
segundos, para conocer sin equivocación las
semillas de mayor rendimiento, las máquinas
de mayor eficacia, el modo de adaptar más
útilmente las razas á cada clima y á cada
suelo;» y dirigiéndose á los últimos, exclaman
sin cesar: «reformad vuestro espíritu en sentido
favorable á los intereses agrarios; reformad
las leyes de tributación que nos agobian; reformad
la administración, que hace inútil la
defensa de nuestros derechos; prestad á los
productores terratenientes el apoyo que dispensáis
profusamente á clases menos meritorias.»
No hay dificultad para nadie en aceptar la
doctrina, pero la hay muy grande en muchos
casos para aplicarla. La dificultad empieza
por la distinción exacta de lo que es verdadera
y falsa reforma, y es tan grande que, considerada
en absoluto la que es verdadera en
una parte, en determinada ocasión y en cierta
persona, es falsa en otra parte, en ocasión
diversa y ejecutada por persona colocada en
medio de circunstancias diferentes. Máquinas
que dan excelentes resultados donde es fácil
componerlas en caso de rotura, y con un sistema
completo de cultivo acomodado á ellas,
los darán opuestos donde las composturas son.
difíciles ó muy caras; industrias sumamente
lucrativas cerca de grandes centros de cultivo,
pueden ser ruinosas si se establecen en
comarcas de escasa población, y en las cuales
el transporte es muy costoso.
Esto demuestra que la agricultura es ciencia
de principios fijos generales, y á la vez
arte esencialmente local para aplicarlos. Por
no tener esto presente, muchos, llevados de
su buen deseo, pero sin poseer los conocimientos
necesarios, adoptan reformas aconsejadas
en obras y periódicos, y en vez de obtener
las grandes ventajas que se prometían,
hallan los más terribles desengaños; terribles
por las pérdidas experimentadas, y mucho
más por el desaliento que infunden en los demás
para abandonar prácticas desacreditadas
y entrar en vías de verdadero progreso.
Locura es pensar que puede realizarse éste
sin grandes sacrificios, de estudio, capital y
experiencia, nó; el adelanto, por pequeño
que sea, cuesta mucho, y Dios ha queridoque
así sea para obligar al hombre á que trabaje
sin cesar, á que sea constante en los esfuerzos,
y á que no retroceda ante las contrariedades,
sino que, al hallarlas, con redoblado
afán procure vencerlas.
A dos grandes errores está sujeto el agricultor
en la cuestión de reformas, que son: á,
admitir sin discernimiento prácticas alabadas
por otros, y á rechazarlas todas sistemáticamente
porque una no le dio los resultados
que esperaba. La más vulgar prudencia aconseja
huir de tales extremos, y meditar antes
de resolverse á obrar, ó de abstenerse; y si aun
así se equivoca, perderá, sí, pero se evitará
la responsabilidad y el disgusto de haberse
decidido irreflexivamente.
En los artículos especiales se han indicado
las reformas que importa hacer en cada ramopara
no continuar en el atraso en que nos
hallamos hoy respecto á otros países; en éste
únicamente es oportuno establecer reglas de
buen criterio, aplicables á todos los casos, las.