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ñeras: por regueras horizontales, ó por regueras
inclinadas en espiga. El primero consiste
en establecer en el terreno de ladera más
ó menos inclinada, una serie de regueras (figura
268) a a' b b', paralelas á la reguera principal
.¿, que van siguiendo horizontalmente
Figura 267
4jr
las curvas de nivel del terreno; estas caceras
secundarias horizontales están alimeutadas por
otros derrames que, partieudo de la cacera
principal, van cortando las caceras de derra-
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Figura 268
me y les llevan el agua que circula por ellas,
y se derrama sobre el plano inclinado del
terreno, conforme indican las flechas; estas
caceras horizontales sirven de colectores para
recoger las aguas que escurren del terreno
que está más alto que ellas, y repartirla con
más uniformidad en los que están más bajos.
Por el fondo del plano inclinado del terreno
corre un colector general, destinado á recoger
y dar salida á las aguas sobrantes y escurridas
de la superficie regada. El corte A B que se
figura dado en el sentido de la mayor pen-
diente del terreno, nos da una idea muy exacta
de la disposición de las caceras de derrame.
El segundo procedimiento, ó sea de regueras
inclinadas, sólo difiere en ligeros detalles
del anterior. Las caceras de distribución deben
siempre trazarse en el sentido de la máxima
pendiente del terreno, y las de derrame
que arrancan de éstas forman espigas á derecha
é izquierda, en dirección algo oblicua, con
pendientes muy suaves.
La figura 269 representa una distribución
de esta clase: de un barranco ó cauce de fuer-
y
Figura 269
te pendiente que va por el centro de un valle,
se toma en un punto A una sangría de agua
que se conduce casi horizontalmente por una
curva de nivel de la ladera; esta sangría forma
la cacera maestra; de esta cacera se desprenden
varias regueras en el sentido de la
mayor pendiente de la ladera, y estas regueras
están llenas de pequeños ramales de derrame
que llevan el agua por ellos á todos los
puntos del terreno; las aguas sobrautes van
escurriendo, y son recogidas por el cauce ó
arroyo que va por el fondo
del barranco.
Este método es el más
práctico, y exige menos cuidados
y estudios para su es­
tablecimiento, -prestándose
además á riegoa en terrenos
irregulares, y permitiendo
el empleo de cantidades de
agua que pueden variar según
las necesidades de la
siembra, siendo el método
más natural empleado en el
riego de prados en ladera, en
las comarcas montuosas de
España, tanto en Asturias,
León y Santander, como en
los Pirineos centrales.
A veces las aguas se emplean
en los riegos, no sólo
para refrescar las plantas y
cederlas las materias que traen en disolución
naturalmente, sino también para transportar
sobre el suelo las substancias fertilizantes que
puedau traer natural ó artificialmente en suspensión.
Esta aplicación de los procedimientos
de riego constituye el sistema de entarquinamiento
y el de los abonos líquidos, poco conocidos
en España, y que pueden traer grandes
beneficios á la agricultura.
Los riegos por submersion son los que mejor
se prestan al entarquinamiento de los terrenos;
en los otros sistemas los limos se de-