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rias veces, con una grada de espesos dientes,
los sitios invadidos por los musgos, á fin de
desarraigar éstos, y poner al descubierto los
céspedes de buena hierba, con objeto de que
ésta retoñe en sazón oportuna.
Los pastos, como producción espontánea,
no reciben otros abonos que los excrementos
abandonados por los animales á medida que
van paciendo. Esa restitución es muy incompleta,
al menos eu nuestros climas. En efecto,
las lluvias bruscas y torrenciales arrastran
los excrementos depositados en los pastos, ó
los deslavan por lo menos, y la acción del sol
precipítalas fermentaciones, ó permite que
ios iusectos conviertan aquéllos en nidos suyos
y los consuman sin provecho alguno. De
ahí que para conseguir utilizar esos excrementos
como materias fertilizantes, convenga
recogerlos, formar con ellos montones, y
esparcirlos luego, mezclados ó no con tierra,
y cuando hayan fermentado ya. El redeo, ó sea
el mantener á las reses durante la noche en
los parajes de pasto, es una manera de mejorar
y abonar éstos.
En muchas ocasiones es preciso defender
los pastos de las alturas y pendientes contra
la acción destructora de los torrentes y corrientes
de aguas. Para ello se construyen
presas ó diques que eviten la invasión de las
praderas por los arrastres de las aguas; arrastres
que cubren á veces y destruyen por completo
los pastos de los valles y llanuras. También
son necesarios en muchos casos los
diques para evitar inundaciones y avulsiones
de las corrientes; obras que generalmente no
reclaman exorbitantes gastos, si se tiene en
cuenta los beneficios que proporcionan, y que
los materiales de construcción suelen estar á
mano. Pero el principal daño que los pastos
experimentan , y sobre todo los de las llanuras,
es debido generalmente al estancamiento
de las aguas de lluvia, ó al de las aguas subterráneas
que no hallan salida. La aparición de
juncos y otras plantas palustres en los pastos
es indicio cierto de haber ocurrido cambios
en la nutrición del conjunto de las especies
herbáceas, y á consecuencia de ellos, todo el
forraje se vuelve acre, poco nutritivo y poco
apetitoso para los ganados. Reparar tales daños
mediante la apertura de zanjas , encañados
y demás obras de saneamiento, es una exigencia
que los dueños de los ganados y délos
pastos no deben descuidar.
Además de estar expuestos á la abrasadora
acción de los rayos solares, los pastos de algunos
sitios se ven invadidos por una multitud
de insectos y otros animales, algunos de
los cuales abren galerías en el suelo, dañau ó
devoran las raíces de los pastos, remueven
mucho el terreno y facilitan su desecación,
como se observa allí donde abundan los topos,
los grillos y otros animales. Ciertos insectos
se alimentan de las hierbas de los pastos,
entre ellos algunos dípteros, y no pocos
causan molestias á los ganados, tales como los
tábanos en nuestros climas, los reznos y ciertas
I moscas venenosas en las regiones tropicales.
Difícil es combatir ó remediar los estragos de
tales vivientes; de todos modos, conviene
plantar grupos de árboles, á fin de que los
animales se refugien bajo ellos en las horas
de calor estival, y pasar con frecuencia el
rodillo sobre las praderas para destruir las
galerías y guaridas abiertas por los animales
mencionados.
Ahora importa que reduzcamos á pocas y
claras reglas lo que la experiencia vulgar de
los pastores considera indispensable tener
presente sobre la calidad de los pastos y su
influjo en el ganado:
1. a
Los pastos de roijo, romero, tomillo y
otras plantas análogas, nutren poco, pero son
sanas. A los ganados que las pastan conviene
darles gran cantidad de sal para que la digestión
sea fácil.
2. a
La leche de las vacas, ovejas y cabras
criadas en monte suele ser muy densa, pero
escasa, así como la carne poco tierna, aunque
muy nutritiva.
3. a
La hierba nacida á la sombra de los
árboles, y por consiguiente poco soleada, es
poco apetecida de los animales, especialmente
de las ovejas.
4. a
Las plantas de gran desarrollo gustan
al ganado vacuno, pero el lanar prefiere la
hierba fina y corta.
5. a
Ta hemos dicho que la hierba que
crece en sitios en que hubo aguas estancadas,
son mortales para el ganado menor.
El pasto húmedo es sumamente perjudicial
para las reses lanares, no tanto para las vacunas.
6. a
Habiendo en las dehesas diferentes
clases de plantas, cada una de ellas preferida
por unas ú otras clases de ganado, conviene
que en las dehesas haya, al ser posible, ganado
lanar, de cerda y vacuno. En este caso
unas especies preferirán las plantas desdeñadas
por otras, y así la dehesa quedará bien
apro vechada.
7. a
No hay unanimidad de opiniones res­
pecto á si las plantas pratenses deben ser
utilizadas por el ganado en la dehesa ó en la
granja. Unos creen que eu la granja se aprovechan
mejor, tanto porque los animales no
la huellan, como porque se distribuye más
racionalmente. Otros creen que es preferible
el pasturaje en la dehesa para ahorrar los
gastos de transporte y aprovechar mejor con
el redileo el excremento de los animales.
M. López Martínez.
PASTOR.—L Es el guardián del ganado
lanar. El oficio de pastor ha sido diversamente
apreciado en las distintas épocas de la historia.
Se puede afirmar que en los primeros
tiempos fué el más considerado. Pastores fueron
los Patriarcas, y desde entouces la profesión
de pastor, ejercida por los mismos dueños
de los ganados, por muy ricos que fuesen,
quedó ennoblecida.
Pastores, y no labradores ni artesanos, son
los primeros pobladores de los pueblos, como