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ce el invierno, en los sitios en que se utilizan
y en un punto elevado sobre el nivel del terreno
, á fin de que no se aglomeren en derredor
de ellos las aguas.
El procedimiento más sencillo y más comúnmente
empleado para colocar los rodrigones
consiste en hacerles punta, si no la
tienen, y en clavarlos junto á la cepa, antes
de la primera labor. En las comarcas del valle
del Ródano se colocan oblicuamente al pie de
cada cepa, y luego se atan de tres en tres,
sujetándolos con uu lazo de mimbre, es decir,
que se forma el esqueleto de una pirámide
triangular. La cepa recibe una poda especial,
y la extremidad encorvada se fija en un pequeño
rodrigón, atado al que sostiene la cepa.
De esa manera se obtienen varias ventajas:
resistencia al empuje de los vientos por el
apoyo que los rodrigones se prestan mutuamente;
facilidades para que penetren el aire
y la luz; precocidad en la maduración de la
uva por consiguiente; menores peligros de
caries, y, finalmente, economía en la mano
de obra, porque no es necesario levantar los
rodrigones todos los años, ni aun renovar los
lazos de la parte alta de las pirámides, los
cuales pueden durar dos años. En el Medoc
se emplea un enverjado de piquetes y latas
transversales, bastante bajas para que pueda
pasar por cima el yugo de la yunta. Esos
piquetes solamente se sitúan á uii lado de los
liños. Por ser bastante costosos los rodrigones,
en muchas comarcas donde convendría
emplearlos, prescinden los propietarios de ellos
y se limitan á sujetar los sarmientos por la
parte superior; mas para ello es necesario que
los podadores tengan en cuenta esa circunstancia,
y que las variedades de vid se presten
á ser sometidas á los lazos, por ser los sarmientos
resistentes y cortos. Si éstos adquieren
gran desarrollo, se puede obtener uu resultado
análogo atando entre ellos los sarmientos
de dos ó tres cepas inmediatas.
En la mayoría de las comarcas de España
no se emplean ni es necesario emplear rodrigones
para las viñas, porque, gracias á la
sequedad del clima, no hay el peligro de que
se pudra la uva. En las provincias del Norte
y Noroeste, donde son tan frecuentes las
lluvias, es indispensable recurrir á esos sustentáculos,
porque de lo contrario las humedades
destruirían el fruto.
ROMANA.—Este aparato, muy usado en
España para la determinación del peso de los
objetos, no es más que una palanca de primer
orden, de brazos desiguales; en el más
corto se coloca el objeto que se trata de pesar,
y en el más largo se coloca el contrapeso ó
pilón, el cual, alejándose más ó menos del
punto de suspensión ó apoyo, equilibra el
peso del brazo pequeño.
La romana consta (figura 272) de una barra
A, que lleva en su extremo una suspensión
como la de las balanzas ordinarias, con
el cuchillo fijo en dicha barra que hace veces
de cruz; de esta suspensión pende ó.cuelga el
cuerpo que se haya de pesar; en un puntó
próximo al extremo A hay otra suspensión
semejante á la anterior, pero colocada en sentido
inverso, como se indica en T; esta suspensión
hace veces de fiel, está detallada en R,
mirada de frente, y como vemos en la figura,
la barra está atravesada por un cuchillo que
descansa en la armadura y lleva una aguja
colocada perpendicularmente á ella, de modo
que en las oscilaciones pueda moverse libremente
dentro de la armadura; ésta puede
suspenderse de cualquier parte por medio de
un gancho colocado en el extremo T, de modo
que deje colgar libremente todo el aparato.
Pendiente de la barra, de modo que pueda
marchar libremente á derecha é izquierda,
hay un peso ó pilón P. Enlazado un cuerpo
E en la suspensión A, y suspendiendo la
romana por el gancho T, se hace marchar el
pilón P á lo largo de la barra, hasta que se
Figura 272.—Romana ordinaria
haya establecido el equilibrio, marcando el
indicador el punto fiel del peso, en cuyo caso
marcará la suspensión del pilón el peso del
cuerpo E; pero para ello será preciso tener
dividida ó marcada la barra de la romana.
Esta operación, llamada picado, se practica
empezando por suspender del colgadero E
un peso conocido, por ejemplo, un kilo, con
cuyo peso se dice que entra la romana; suspendido
dicho peso, se pone la romana en
equilibrio, corriendo el pilón hasta que marque
el fiel, y en el punto en que el gancho
del pilón toca á la barra, se marca una enta^
lladura en su arista; se cambia el peso colocado
en E por otro de 5 kilogramos, y se
vuelve á restablecer el equilibrio corriendo
el pilón á la derecha, alejándole del punto
de suspensión hasta que marque equilibrio el
fiel, y se practica otra entalladura en la arista
de la barra cuando el equilibrio esté establecido
en el punto en que el enganche del
pilón toca á la barra. La distancia comprendida
entre las dos señales, dividida en cinco
partes, nos dará las posiciones del pilón para
los diversos pesos de 1 á 5 kilogramos, y si
estas divisiones de á kilogramo las dividimos
en fracciones decimales, podremos obtener los
pesos submúltiplos del kilogramo. Repitiendo
la operación, sustituyendo al peso E de 5 kilogramos
otro de 10, podremos aumentar el
número de divisiones de la barra hasta llegar
á su extremo, teniendo cuidado de compra-