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les, en los rocines son irregulares, inarmónicas,
y no corresponden á ningún fin determinado.
Examinados según las reglas de
criterio de la mecánica animal, son verdaderos
fenómenos; unos respiran mal, otros se alcanzan
en el paso, otros son débiles para vencer
las resistencias, otros se asimilan mal los alimentos.
Al exquisito cuidado que hay en otras naciones
para no emplear rocines en la monta,
hay que atribuir el que cada día sea menor
en ellas el número de caballos que merezcan
nombre tan deshonroso. Generalízase más la
costumbre de castrar los que no tienen cualidades
relevantes, y de este modo de año en
año la cría caballar va subiendo algún grado
en la escala de la perfección.
En Inglaterra no hay ya rocines; en Alemania
van desapareciendo las razas indígenas
de escasa aptitud para los servicios á que
pueden destinarse. En España ha existido un
grande y reprensible desorden en cuanto á
la cubrición, y de él han resultado formas
poco fijas, aptitudes poco desarrolladas, fuerza
de reproducción poco potente, confusión
completa de las cualidades adecuadas para
cada servicio; en una palabra, carencia absoluta
de razas especiales.
Por dicha, en el último cuarto de siglo los
depósitos de caballos padres organizados por la
Dirección de Caballería, han evitado en varias
comarcas que la decadencia sea mayor, y en
otras que se inicie la mejora de la cría caballar
para el servicio de silla.
Pero esto no basta en la actualidad; en los
tiempos que corren no hay que procurar únicamente
la alzada y la aptitud para el servicio
del ejército; es preciso procurar la mejora
de los caballos de pequeña alzada, adquiriendo
sementales á propósito, pues de otra manera
la población ecuestre que no exceda de
la marca, se compondrá siempre de rocines.
Opónese en gran manera á que en España
la plebe de la cría caballar se transforme en
razas nobles, una circunstancia en que no
piensan los hipólogos, y es no distinguirla
cría de los caballos de trabajo de lo que se
llama en otros países industria caballar de sementales.
Mientras aquí no se ocupen los ganaderos
más que en tener ejemplares de servicio,
criarán rocines ó caballos cuyo precio,
generalmente inferior al de la muía, no ha de
bastar á cubrir los gastos que ocasionan desde
que nacen hasta que se amarran. Con la
cría dirigida á formar sementales selectos
para todos los servicios, lograrían tener caballos
de precios tan elevados, que el de uno
solo compensaría los sacrificios hechos para
acreditar las yeguadas.
M. López Martínez.
ROCÍO.—Vapor que con la frialdad de la
noche se condensa en la atmósfera en muy
menudas gotas,Jas cuales aparecen luego sobre
la superficie de la tierra ó sobre las
plantas.
Cuando se introduce en el verano una ga­
rrafa con agua semi-helada ó muy fría en una
habitación caliente y húmeda, el vapor que
contiene el aire se condensa sobre las paredes
exteriores de la garrafa; este fenómeno no es
otra cosa que el rocío.
Es un depósito de vapor en forma de gotas
pequeñas, que se encuentra por las mañanas
sobre las plantas y todos los cuerpos que ocupan
la superficie de la tierra. La condensación
del vapor del aire y su conversión en rocío
ó agua líquida es una consecuencia del
enfriamiento de los cuerpos durante la noche.
En las noches serenas, la superficie terrestre
ó los objetos que la cubren se enfrían
más rápidamente que el aire, de la misma
manera que se calientan con más celeridad
durante el día. No es raro ver, un poco antes
de salir el sol, un termómetro introducido en
la hierba en un campo despejado, que marca
5 ó 6 O
por bajo de la temperatura de otro termómetro
suspendido un metro más arriba, ni
que señale por consiguiente 10 ó 12° más
bajo que otro termómetro colgado á una ventana
de una calle de un gran pueblo. Sucede
rá, pues, frecuentemente, que la capa poco
densa de aire que cubre directamente los ob,
jetos terrestres, descenderá auna temperatura
inferior á su punto de saturación ó á su punto
de rocío, mientras que las capas de aire un
poco superiores no habrán llegado á este límite.
El aire permanecerá transparente; pero el
vapor de agua se condensará sobre los objetos
en forma de rocío.
Cuanto más húmedo sea el aire, menos necesidad
habrá de que el cuerpo esté tan frío
para que se deposite el rocío. Mas, por otra
parte , cuanto el cielo está más claro y más
extendido el horizonte, más se enfrían por
radiación nocturna los objetos terrestres , y
más abunda el rocío, sobre todo si el aire, sin
estar agitado, no está completamente en reposo.
Un poco de agitación renueva alrededor
del cuerpo el aire que ha depositado su vapor
con exceso; una agitación muy viva impide
que los cuerpos se enfríen, y lleva consigo el
rocío que se había de depositar.
Todo obstáculo á la radiación nocturna dificulta
el enfriamiento de los cuerpos y contiene
el depósito de rocío en su superficie. Un
simple cañizo de mimbre determina este resultado
cubriendo el cielo. Las nubes producen
el mismo efecto.
No abunda el rocío sino en las noches serenas
y en calma. Sólo se perciben algunos indicios
en las noches cubiertas, cuando no hace
viento, ó á pesar del viento, si el tiempo está
claro; pero no se forma jamás bajo las influencias
reunidas del viento y cielo cubierto.
Las condiciones más propicias para una copiosa
precipitación de rocío concurren generalmente
en la primavera, y más bien en otoño
que en estío, porque las diferencias de
temperatura entre el día y la noche nunca son
mayores que en primavera y otoño.
Así como es poco abundante el rocío en