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Teoria y diseño organizacional

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Capítulo 5: Relaciones interorganizacionales 201

dos hermanos, que eran propietarios también de la empresa

compradora. Como había contraído una deuda de 300 millones

de dólares para cerrar el trato, cada uno de los hermanos

quedó enganchado con un aval personal de 100 millones de

dólares. No les dio gusto, y lo manifestaron.

A días del trato, fuimos asaltados por oleadas de consultores,

abogados y contadores; a lo que parecía, cada uno traía

un equipo de consejeros. Al cabo de seis semanas de análisis

intensivos, estaba claro que habían pagado demasiado por

nosotros y que la transacción se había apalancado en exceso.

Al comienzo del trato, el comprador se había comunicado

con nuestro banco para preguntarles si querían parte del

“movimiento”. Preocupado por la posible pérdida de nuestra

cuenta con ellos y ansiosos de asociarse con una familia

tan prominente, nuestro banco aceptó entregar un financiamiento

inicial de palabra. Luego, cuando por primera vez

vieron las cifras en detalle y se dieron cuenta de las desavenencias

entre los accionistas, retiraron su apoyo y exigieron la

devolución de su dinero. Teníamos que refinanciar la deuda

de 300 millones de dólares, y rápido [...]

Cambio

La adquisición hostil y la incorporación siguiente a Hugh

Russel de las moribundas operaciones de producción de acero

de nuestro nuevo propietario cambiaron por completo nuestros

proyectos. Teníamos nuevos accionistas (que peleaban

demasiado), nuevo banco y nuevos negocios en un entorno

de estratosféricas tasas de interés, mientras se hundía la

demanda de nuestros productos y servicios. Casi de la noche

a la mañana, la corporación pasó de ser una operación de crecimiento,

compras y ganancias a ser una empresa quebrada,

sin efectivo y desesperada por sobrevivir. Cierres, despidos,

downsizing, postergaciones, venta de activos y “racionalización”

fueron las prioridades [...] En la oficina central, se

desvaneció la claridad de los puestos. Por ejemplo, a mí me

habían contratado para elaborar pronósticos financieros

y reunir fondos en los mercados de capitales, pero con la

empresa hecha un lío financiero, era evidente que no podía

hacer eso. A todos nos parecía que el futuro era peligroso y

la quiebra, tanto personal como corporativa, asomaba tras

el horizonte.

En ese entorno de crisis, el nuevo presidente Wayne

Mang (Archie Russel y Peter Foster dejaron la organización

poco después del trato) reunió al primer grupo de gerentes

para analizar la situación. Wayne Mang tenía muchos años

de experiencia en el negocio del acero y el personal de Hugh

Russel confiaba en él y lo respetaba. Se había formado como

contador y le gustaba llamarse “gerente de personal”, para

subrayar su convencimiento de la capacidad de las personas

para marcar una diferencia en la organización y de la responsabilidad

de los gerentes de línea para materializar esta

posibilidad. Esta primera junta convocada apresuradamente

reunió a personas de toda la organización, a las que Wayne

respetaba y en las que confiaba. Fueron elegidas sin consideración

de su puesto en el organigrama anterior.

El contenido y estilo de esa primera junta fue una revelación

para muchos. Pocos habían sido llamados a la oficina

central para escuchar otra cosa que no fueran arengas sobre

su presupuesto. Ahora se les pedía que dieran detalles escabrosos

de la situación de la empresa y, por primera vez, los

trataban como si tuvieran algo que aportar. Wayne les pidió

ayuda.

En esa primera junta, contaron 19 problemas principales

de la corporación. Ninguno quedaba en una sola función

organizacional. Nos organizamos en fuerzas de tarea para

enfrentarlos. Digo “nos organizamos” porque así fue como

sucedió. Las personas se ofrecieron voluntariamente, sin coerciones,

para trabajar en los problemas que les interesaran o

para los que eran adecuadas sus competencias. También se

ofrecieron como voluntarias otras personas que no estuvieron

en la junta, pero que se pensó que podrían ayudar. Había

alguna guía: cada fuerza de tarea contaba con una persona

de la oficina central cuya función era reportar lo que sucedía

al “centro” (algunos miembros quedaron en tantas fuerzas

de tarea que tuvieron que buscar sustitutos). Pero tal fue la

medida de la gerencia consciente del proceso.

La junta concluyó a las dos de la mañana y todos nos

fuimos a contarle a una esposa incrédula lo que había ocurrido

[...]

Rápidamente, el equipo de proyectos transfuncional se

convirtió en nuestro método favorito de organizar las nuevas

iniciativas y en la oficina central prácticamente desapareció la

vieja estructura formal. Los equipos se formaban de improviso

para manejar la irrupción de un problema y se disolvía

con la misma rapidez. Por ejemplo, descubrimos que aunque

no celebrábamos juntas formales, pasábamos la mayor parte

del tiempo conversando informalmente. Dos personas iniciaban

una conversación en alguna oficina y antes de que se

percataran, otras llegaban y se emprendía una pequeña sesión

de grupo. Más adelante llamamos “burbujas” a esos encuentros;

se convirtieron en nuestro equivalente de las reuniones

de campamento [...]

Tiempo después, cuando me nombraron vicepresidente

ejecutivo, Wayne y yo compartimos a propósito una oficina

para enterarnos en tiempo real de lo que hacía el otro y crear

un entorno en el que se formaban “burbujas” espontáneamente.

Cuando las personas pasaban por nuestra puerta

abierta, les hacíamos señas para que entraran a platicar; otros

los seguían. El contenido de estas sesiones siempre tenía que

ver con nuestros aprietos, lo mismo corporativos que personales.

Eran temas serios, aunque el ambiente era ligero y abierto.

Nuestro destino parecía malo, pero por lo menos era un destino

común. Ninguno de los que pasamos por todo recuerda

otra época en la que se haya reído tanto. Nos reíamos de nosotros

mismos y de nuestra situación desesperada, así como de

la tontería del banco que financió tal embrollo y de los numeritos

de los dueños en contienda, cuyos modales y lenguaje

vergonzosos habíamos aprendido a imitar a la perfección.

Creo que fue el ambiente de estas sesiones informales lo

que poco a poco impregnó todas nuestras relaciones: con los

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