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Teoria y diseño organizacional

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Capítulo 10: Cultura organizacional y valores éticos 403

Carpenter nunca había establecido objetivos y estándares

de desempeño para los departamentos y confiaba en que

los gerentes los administrarían según lo creyeran apropiado.

Ofrecía programas de capacitación en comunicaciones y relaciones

humanas para los gerentes y los líderes de equipo varias

veces al año. El enfoque de Carpenter parecía haber dado

muy buenos resultados durante gran parte de la historia de

National. Los empleados eran leales a Carpenter y a la empresa

y en muchos casos los trabajadores habían ido muy por encima

y más allá de la línea del deber. Por ejemplo, cuando dos bombas

National que surtían agua a un barco de la Marina de

Estados Unidos fallaron un sábado por la noche, justo antes

de la partida programada del barco, dos empleados trabajaron

durante toda la noche para hacer los nuevos sellos y entregarlos

para su instalación antes de que el barco zarpara. La mayoría

de los gerentes y empleados había estado con la empresa

durante muchos años y National se jactaba de tener el índice

de rotación más bajo en la industria.

Sin embargo, a medida que la industria había empezado a

cambiar en los años recientes, la competitividad de National

había disminuido. Cuatro de sus principales rivales se fusionaron

en dos empresas grandes, capacitadas para satisfacer

las necesidades del cliente, uno de los factores que condujeron

a que Simpson Industries adquiriera a National. Después de la

adquisición, las ventas y las utilidades de esta última habían

seguido a la baja, al mismo tiempo que los costos se incrementaban.

Además, los altos directivos de Simpson Industries

estaban preocupados por el bajo nivel de productividad en

National. Aun cuando se habían sentido muy satisfechos de

que Carpenter se quedara durante la transición, en el transcurso

de un año lo habían presionado amablemente para un

retiro anticipado. Algunos de los altos directivos creían que

Carpenter toleraba el mal desempeño y el nivel bajo de productividad

con el fin de mantener un ambiente amistoso. “En

el mundo actual, simplemente no es posible hacer eso”, había

comentado uno de ellos. “Debemos traer a alguien que pueda

implementar el cambio y cambiar a toda prisa la empresa, o

National se irá a la quiebra.” Fue entonces cuando llamaron

a Tom Lawrence para que se hiciera cargo, con la orden de

reducir los costos y mejorar la productividad y las utilidades.

Lawrence tenía una creciente reputación como un gerente

joven y dinámico que podía lograr que las cosas se hicieran con

rapidez. De inmediato empezó a hacer cambios en National.

En primer lugar, redujo los costos descontinuando las actividades

sociales patrocinadas por la empresa, e incluso se negó

a permitir las celebraciones de cumpleaños improvisadas que

antes eran una parte regular de la vida en National. Redujo

los programas de capacitación en comunicaciones y recursos

humanos, argumentando que eran una pérdida de tiempo y

dinero. “No estamos aquí para hacer que las personas se sientan

bien”, dijo a sus gerentes. “Si las personas no quieren trabajar,

desháganse de ellas y encuentren a alguien más que lo

haga.” A menudo se refería a los trabajadores que se quejaban

de los cambios en National llamándolos “llorones”.

Lawrence estableció estrictos estándares de desempeño

para sus vicepresidentes y los gerentes de departamento y les

ordenó que hicieran lo mismo con sus empleados. Celebraba

juntas semanales con cada gerente para revisar el desempeño

del departamento y discutir los problemas. Ahora todos los

empleados estaban sujetos a revisiones regulares de su desempeño.

Cualquier trabajador que tenía un desempeño inferior al

estándar recibía una advertencia y después lo despedían si su

no mejoraba en el transcurso de dos semanas. Y mientras que

a los gerentes y a los representantes de ventas antes les pagaban

un sueldo fijo y la antigüedad era el único criterio para

el progreso, Lawrence implementó un sistema de revisión que

los recompensaba por alcanzar las metas de productividad,

ventas y utilidades. Para quienes cumplían con esos estándares,

las recompensas eran generosas, por ejemplo, bonos cuantiosos

y beneficios adicionales como automóvil de la empresa y

viajes en avión en primera clase para asistir a las juntas de la

industria. Los que se quedaban atrás a menudo eran objeto de

reprensiones delante de sus compañeros, pidiéndoles que dieran

el ejemplo, y si no mejoraban pronto su desempeño, Lawrence

no titubeaba en despedirlos.

Para finales del primer año de Lawrence como presidente

de National, los costos de producción se habían reducido casi

20%, mientras que la producción y las ventas habían aumentado

casi 10%. Sin embargo, tres gerentes experimentados y

muy respetados de National habían dejado la empresa para

trabajar con los competidores y la rotación entre los empleados

de producción se había incrementado de forma alarmante. En

el difícil mercado laboral no era fácil encontrar reemplazos.

Lo más inquietante para Simpson eran los resultados de una

encuesta que le había encomendado a un consultor externo.

La encuesta indicaba que la moral en National estaba por los

suelos. Los trabajadores veían a sus supervisores con antagonismo

y con un dejo de temor. Expresaban la creencia de

que los gerentes estaban obsesionados con las utilidades y las

cuotas y no se interesaban en las necesidades y los sentimientos

de los trabajadores. También comentaban que el entorno

informal y amistoso que había hecho de National un excelente

lugar para trabajar se había visto reemplazado por un entorno

de agresiva competencia y desconfianza internas.

Simpson se sentía complacido al ver que Lawrence había

llevado las utilidades y la productividad de National a la

altura de los estándares que esperaba Simpson Industries. Sin

embargo, le preocupaba que el nivel tan bajo de la moral y el

alto índice de rotación perjudicaran seriamente a la empresa

a largo plazo. ¿Estaría Lawrence en lo cierto al decir que

muchos de los empleados de National simplemente eran unos

“llorones”? ¿Estaban tan acostumbrados a que Carpenter

los mimara, que no estaban dispuestos a hacer los cambios

necesarios para lograr que la empresa siguiera siendo competitiva?

Por último, Simpson se preguntaba si un espíritu

de competencia puede existir en un entorno de cordialidad y

cooperación como el fomentado por Carpenter.

*Basado en Gary Yukl, “Consolidated Products”, en

Leadership in Organizations, 4a. ed. (Englewood Cliffs,

N.J.: Prentice-Hall, 1998), 66-67; John M. Champion

y John H. James, “Implementing Strategic Change”, en

Critical Incidents in Management: Decision and Policy

Issues, 6a. ed. (Homewood, Ill.: Irwin, 1989), 138-140; y

William C. Symonds, “Where Paternalism Equals Good

Business”, BusinesWeek (20 de julio de 1998), 16E4, 16E6.

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