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204 CAPÍTULO 6 Conceptos de motivación<br />

Punto<br />

Contrapunto<br />

EL FRACASO MOTIVA<br />

es triste pero cierto, muchas de las mejores lecciones que aprendemos<br />

en la vida provienen de nuestros fracasos. Es frecuente<br />

que al volar en las alas del éxito, bajemos hasta chocar con la<br />

tierra.<br />

Veamos el ejemplo de Dan Doctoroff. Es un banquero inversionista<br />

exitoso de Nueva York que pasó 5 años obsesionado por llevar las<br />

Olimpiadas de 2012 a esa ciudad. En sus esfuerzos gastó $4 millones de<br />

su propio dinero, viajó cerca de un millón de kilómetros, trabajó 100<br />

horas a la semana y apostó su reputación en lograr una meta que<br />

muchos pensaban era una locura.<br />

¿Qué ocurrió? Nueva York no resultó seleccionada y los esfuerzos<br />

de Doctoroff fueron en vano. ¿Cuál fue su reacción inmediata? Se<br />

sintió “emocionalmente paralizado”. Pero no lamenta el trabajo que<br />

hizo. Dice que aprendió mucho sobre sí mismo al tratar de ganarse a<br />

quienes tomarían la decisión de las Olimpiadas en 78 países. Sus colegas<br />

lo llegaron a describir como grosero y arrogante. El resultado fue,<br />

dice, que aprendió a escuchar más y hablar menos. También dijo que la<br />

pérdida lo hizo darse cuenta de cuánto apoyo tuvo en su esposa y sus<br />

tres hijos adolescentes.<br />

El fracaso no sólo da otra perspectiva a personas como Doctoroff,<br />

también es frecuente que provea retroalimentación importante sobre<br />

la manera de mejorar. Lo importante es aprender del fracaso y persistir.<br />

Como dice Doctoroff: “la única forma segura de fracasar es no intentarlo”.<br />

Una de las razones por las que la gente de éxito fracasa es que<br />

coloca sus metas demasiado altas. Rosabeth Moss Kanter, de la universidad<br />

de Harvard, que ha pasado su carrera estudiando a los ejecutivos,<br />

dice: “muchas personas exitosas se plantean objetivos tan ambiciosos<br />

que se quedan lejos de lograrlos, pero en el intento consiguen cosas<br />

que hubieran sido imposibles sin una meta tan difícil”. 88<br />

¿Las personas aprenden de sus fracasos? Hemos observado que<br />

uno de los errores de quienes toman decisiones es que aumentan<br />

su compromiso. Persisten en un negocio fallido sólo porque<br />

piensan que la persistencia es una virtud o porque está de por medio<br />

su ego, aun cuando la lógica sugiere que no deberían continuar. Un<br />

estudio reveló que con frecuencia los gerentes persisten en forma ilógica<br />

en el lanzamiento de un nuevo producto a pesar de ser evidente<br />

que no va a ninguna parte. Como dicen los autores: “en ocasiones se<br />

requiere más valentía para descartar un producto fracasado que para<br />

sostenerlo”. Por esto, la creencia de que se aprende del fracaso es<br />

agradable, pero la mayoría de las personas está demasiado a la defensiva<br />

como para hacerlo.<br />

Además, hay muchas evidencias de que cuando la gente falla lo<br />

racionaliza para preservar su autoestima, con lo que no hay ningún<br />

aprendizaje. Aunque el ejemplo de Dan Doctoroff es interesante, no<br />

está claro si hizo algo más que racionalizar su fracaso. Ésta es la naturaleza<br />

humana. Las investigaciones demuestran que cuando fallamos<br />

no es raro que lo atribuyamos a causas externas –echamos la culpa a<br />

la mala suerte o a otros con poder– o devaluamos aquello que no pudimos<br />

lograr (“de cualquier manera, no era tan importante para mí”, nos<br />

decimos). Estas racionalizaciones tal vez no sean correctas, pero no es<br />

esto lo importante, las aceptamos no porque lo sean sino para preservar<br />

nuestra frágil autoestima. Necesitamos creer en nosotros para<br />

motivarnos, y como el fracaso mina nuestra creencia en nosotros,<br />

haremos lo que podamos para no llegar a esto. 89<br />

En resumen, aunque suena bien que el fracaso es en realidad<br />

algo bueno, como escribió un compositor, “el mundo no es una canción”.<br />

El fracaso duele, y ya sea para protegernos o para recuperarnos<br />

del dolor, es frecuente que no aprendamos de éste, sino que lo<br />

racionalicemos.

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