LUCES Y SOMBRAS I

EJE TEMÁTICO III: 757
LOS CONFLICTOS ARMADOS EN EL MUNDO ACTUAL
Y SU GESTIÓN INTERNACIONAL
Además, el establecimiento de un gobierno islamista no es mal
visto entre la población somalí, algo lógico si se explica a la luz del
período de relativa calma y estabilidad que vivó Mogadisco entre junio y
diciembre de 2006, cuando la Unión de Tribunales Islámicos se hizo con
el poder en la capital. Los islamistas impusieron la sharia y la violencia
se redujo notablemente. Así lo vivió el corresponsal de The New York
Times, Jeffrey Gettleman, “por primera vez en años, no se oían disparos
por la noche. Los islamistas habían unido a clanes rivales bajo la bandera
de la fe y habían desarmado a gran parte de la población. Incluso
actuaron contra la piratería e intentaron convencer a los pueblos costeros
para que dejasen de apoyar a los bucaneros” 33 .
Con todo, y tras diecinueve años de guerra, una generación de
somalíes no ha conocido lo que es vivir bajo la protección de un Estado.
Y el resto de la sociedad parece haber perdido la esperanza en el buen
funcionamiento de las instituciones estatales heredadas de Occidente. Su
confianza en la autoridad de los propios jefes y ancianos de los clanes,
quienes monopolizan los lazos de lealtad del pueblo somalí, parece poco
proclive a sustituir la cercanía de la tribu por la lejana figura paternalista
de un Estado que le es ajeno y, que por el momento, vaga perdido y
desorientado.
CONCLUSIONES
El estudio de los Estados fallidos es una disciplina bastante
reciente en el contexto de las Relaciones Internacionales. La atención
suscitada por este tipo de naciones débiles se ha incrementado a partir de
los atentados del 11-S y de la posterior preocupación internacional por
temas de seguridad y terrorismo, lo que ha provocado que, en numerosas
ocasiones, se haya relacionado a los Estados fracasados con tendencias
criminales y delincuentes.
Esta premisa puede conducir a interpretaciones erróneas según las
cuales los países subdesarrollados constituyen un foco constante de
amenaza para Occidente, y, por tanto, estaría justificada la intervención
extranjera amparándose precisamente en ese potencial peligro que
comportan los Estados fracasados para el resto de la comunidad
33 Ibídem, pg. 2.