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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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Nunca jamás<br />

la volví a ver.<br />

¿Quién era aquella<br />

pobre mujer?<br />

Tal vez Leonora<br />

o alguna moza<br />

<strong>de</strong> Bezancon.<br />

¿Será la sombra<br />

<strong>de</strong> su <strong>de</strong>stino,<br />

<strong>de</strong> mis recuerdos<br />

o <strong>de</strong> mucamas<br />

que nunca amé?<br />

Pobre Leonora!<br />

Quizás un día<br />

la vuelvo a ver…<br />

París, 1963.<br />

HERIBERTO PIETER | AUTOBIOGRAFÍA<br />

Recuerdos no edulcorantes en las aulas <strong>de</strong> mi niñez<br />

Por Sully Berger (dominicano)<br />

En aquel entonces estábamos en los principios <strong>de</strong> este siglo.<br />

Antes <strong>de</strong> efectuarse los exámenes, sea <strong>de</strong> día o <strong>de</strong> noche, los escolares incipientes estudiábamos<br />

mucho. No perdíamos el tiempo.<br />

Nuestros padres i nuestros hermanos mayores nos ayudaban a estudiar los puntos más<br />

difíciles que pudieran tocarnos durante las pruebas examinatorias, las cuales, es preciso<br />

<strong>de</strong>cirlo, no eran boberías.<br />

Cuando, solemnes i dictatoriales, nuestros maestros nos leían el resultado <strong>de</strong> esas pruebas,<br />

¡ai <strong>de</strong> aquellos que recibían palabras no halagadoras o <strong>de</strong>primentes! Bien sabíamos lo que<br />

nos esperaba en casa: tunda en las posa<strong>de</strong>ras, la barruesa <strong>de</strong> algodón, o una estricta dieta<br />

a pan i agua, o casabe i melado, según exijían las malditas sentencias <strong>de</strong> las notas, regular,<br />

mal – o ¡Repita el curso!<br />

Uno <strong>de</strong> los profesores, (Cantinflas o Fernan<strong>de</strong>l), en mi escuela <strong>de</strong> párvulos no se paraba<br />

en mientes cuando la nota <strong>de</strong>l chico era la peor en la columna <strong>de</strong> todas las notas. Ese profesor<br />

se raspaba la garganta, se tragaba el gargajo i con el índice <strong>de</strong> la mano izquierda (era<br />

zurdo) mostraba un guayo <strong>de</strong> hojalata suspendido en una <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l aula. Nosotros<br />

rogábamos i llorábamos cuando veíamos esa barbaridad medioeval. Éramos incapaces <strong>de</strong><br />

obtener el perdón para tales reos.<br />

I a pesar <strong>de</strong> tantas gotas <strong>de</strong> sangre <strong>de</strong>rramada en las rodillas <strong>de</strong> nuestro pobre condiscípulo,<br />

entonábamos el Deo Gratias a favor <strong>de</strong> nuestro impiadoso inquisidor.<br />

Al salir <strong>de</strong> la escuela acompañábamos a nuestro lloroso condiscípulo. I <strong>de</strong>seándoles<br />

vacaciones tan buenas como las que nosotros pensábamos disfrutar, nos escurrimos, poco a<br />

poco, esperando que nuestro profesor sufriera el salpullido que señoreaba, (sin peligro <strong>de</strong><br />

muerte), en la piel <strong>de</strong> casi todos nuestros compueblanos, ricos o pobres, blancos, mulatos o<br />

negros, sin pararse en ninguna discriminación.<br />

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