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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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AMELIA FRANCASCI | MONSEÑOR DE MERIÑO ÍNTIMO<br />

xLII<br />

Respecto <strong>de</strong> esto, no tardé también en principiar a abrir los ojos; en <strong>de</strong>scubrir algunas<br />

sombras en el sol esplendoroso. Eran ligeras, pero no tanto para que me permitieran vivir<br />

libre <strong>de</strong> inquietud. No porque temiera yo aun un eclipse total, sino porque mi confianza tan<br />

ciega en el porvenir <strong>de</strong>saparecía.<br />

Vi venir a mí <strong>de</strong> nuevo a amigos alejados. Les traía el propósito <strong>de</strong> ofrecer a Don Emiliano<br />

la vice-presi<strong>de</strong>ncia, por intermedio mío, no queriendo dirigirse a él claramente.<br />

Sorprendida y ya alarmada respondí:<br />

—Don Emiliano no pue<strong>de</strong> aceptar eso. Sería un mal muy gran<strong>de</strong> para el país y él jamás<br />

obrará sino en beneficio <strong>de</strong> éste, como lo ha hecho siempre; con todo <strong>de</strong>sinterés. Me atrevo<br />

a respon<strong>de</strong>r por él sin consultarle.<br />

—Es que usted tal vez le convenza…<br />

—Nunca. En estos momentos el candidato <strong>de</strong>be ser popular. Y Don Emiliano no lo es.<br />

Muy pocos saben apreciarle. Así se lo diré. El mismo lo sabe y me lo ha confesado.<br />

No insistieron. Conté a mi buen amigo lo ocurrido. Y él me aprobó. Díjome sencillamente:<br />

—Es esta la tercera vez que se me ofrece la vice-presi<strong>de</strong>ncia y siempre la he negado.<br />

Quiero ver al país en libertad, sin compromiso <strong>de</strong> gobierno.<br />

¡Noble respuesta, digna <strong>de</strong>l espartano que me honraba con su amistad y a quien yo<br />

concedía toda mi confianza!<br />

—Ayudaré en lo posible a los que ya he servido, pero con toda in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, añadió él.<br />

Y lo ejecutó. Conmigo continuó laborando en varios asuntos nacionales, siempre atinadamente.<br />

Sobre todo en el arreglo <strong>de</strong> las finanzas, se ocupó eficazmente, y entonces directamente<br />

le fue propuesta la cartera <strong>de</strong> Hacienda que rehusó también.<br />

Atribuyéndosele un sentimiento hostil. Demostrósele ingratitud. Hasta llegó a ser insultado<br />

públicamente. Todo esto lo supe yo con dolor. Conociéndole, sabía yo que él no podría<br />

soportarlo y que abandonaría <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego la tarea que había emprendido tan noblemente<br />

y tan útilmente para todos.<br />

Así resultó. Yo me <strong>de</strong>sentendí, como él, <strong>de</strong> la política activa. Todavía no estaba <strong>de</strong>l todo <strong>de</strong>silusionada.<br />

Quería esperar algo aun <strong>de</strong>l porvenir para este pobre país que tanto he amado.<br />

Monseñor <strong>de</strong> Meriño había vuelto <strong>de</strong> Roma, hacía algunas semanas.<br />

Alguien le refirió aún entusiasmado con el recuerdo <strong>de</strong> mi conducta durante los últimos<br />

meses que poco me había faltado para convertirme en otra Juana <strong>de</strong> Arco. ¡Qué contento se<br />

puso él al saber esto! ¡Mi acción valiosa había favorecido a los suyos, a aquellos con quienes<br />

estaba ligado, razón <strong>de</strong> más para merecerle inmensa gratitud! Así me lo escribió, en una carta<br />

hermosa que no he encontrado. Y así me lo repitió cuando le fue posible <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse <strong>de</strong>l<br />

tumulto <strong>de</strong> visitas que le abrumó por muchos días y tuvo tiempo para ir a casa. Su afecto<br />

por mí parecía exaltarse.<br />

¡Es <strong>de</strong> suponer cómo yo le recibiera <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tantos sucesos y <strong>de</strong> tales vicisitu<strong>de</strong>s<br />

pasadas lejos él <strong>de</strong> la patria! Luego que hubimos hablado <strong>de</strong> los acontecimientos y <strong>de</strong> la<br />

situación con la que él quería esperar como yo, aunque sin muchas ilusiones, preguntóme<br />

si, más tar<strong>de</strong>, no me sentiría yo dispuesta a escribir <strong>de</strong> nuevo para el público. Contestéle<br />

que tal vez sí, pero que en aquellos momentos la salud <strong>de</strong> mi esposo había sufrido mayor<br />

alteración; que me tenía muy preocupada, por lo cual la mía se resentía aún más. Los médicos<br />

que consultáramos, a más <strong>de</strong>l <strong>de</strong> casa, reconocían en él síntomas gravísimos <strong>de</strong> una<br />

enfermedad <strong>de</strong>l corazón incurable.<br />

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