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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

así sería consi<strong>de</strong>rada y por haberla pedido para él algún tiempo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> su<br />

padre, fue or<strong>de</strong>nado el asesinato <strong>de</strong> Adonías.<br />

Todo el calor <strong>de</strong> la juventud <strong>de</strong> Abisag, ni <strong>de</strong> mil como ella, era capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>tener la<br />

marcha <strong>de</strong> la vida que se dirige ciegamente hacia la muerte. Para nadie <strong>de</strong>be ser la etapa<br />

final tan amarga como para el gobernante que ama el po<strong>de</strong>r o para el rico que atribuye sólo<br />

al oro la fuerza que mueve al mundo. Pues aquel que ha vivido creando para los <strong>de</strong>más –el<br />

músico, el poeta, el pintor, el filósofo– no tiene que sufrir por el <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> su creación. Su<br />

obra fue hecha, salió a la vida y ya no <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> él.<br />

Pero el político y el rico no están en ese caso. Porque el po<strong>de</strong>r es una fuerza expansiva,<br />

que tien<strong>de</strong> a <strong>de</strong>sintegrarse, y sólo quien la ha creado pue<strong>de</strong> mantenerla <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

los límites a<strong>de</strong>cuados. La fortuna se parece al po<strong>de</strong>r en que todo conspira contra su<br />

estabilidad. La mano que sujeta el po<strong>de</strong>r, como la mano que suma monedas, no pue<strong>de</strong><br />

esperar que ha <strong>de</strong> suce<strong>de</strong>rle otra mano igual, que como ella contenga sopesándolo, el<br />

bien acumulado. El hijo <strong>de</strong> un rey como el hijo <strong>de</strong> un rico, pue<strong>de</strong> dilapidar el po<strong>de</strong>r<br />

que ha heredado. La belleza y la ciencia rin<strong>de</strong>n menos provecho visible, pero tienen el<br />

privilegio <strong>de</strong> su perdurabilidad.<br />

Esa <strong>de</strong>bía ser, en sus últimos años, la preocupación <strong>de</strong> David. Tenía varios hijos, ¿pero a<br />

cuál <strong>de</strong> ellos <strong>de</strong>signar here<strong>de</strong>ro? ¿Quién, entre todos, mantendría el reino como él lo forjó?<br />

De sus hijos, ¿cuál aumentaría sus tierras y las riquezas <strong>de</strong> Israel? ¿Cuál sabría tratar a las<br />

criaturas <strong>de</strong> Yavé como él lo había hecho?<br />

No hay testimonios <strong>de</strong> esa angustia <strong>de</strong> David, pero los hechos hablan por los hombres;<br />

a menudo no sólo los hechos que se ven, sino los que <strong>de</strong>biendo haberse cumplido no le han<br />

sido. David <strong>de</strong>bía pa<strong>de</strong>cer angustia porque no actuaba, y porque no actuaba po<strong>de</strong>mos ver<br />

cómo van formándose partidos en la corte, uno que ro<strong>de</strong>aba a éste <strong>de</strong> los hijos, otro aquél.<br />

Las madres ambiciosas intrigaban, los cortesanos intrigaban.<br />

Ya no había un Samuel que dijera: “A ése me ha or<strong>de</strong>nado Yavé ungir por rey <strong>de</strong> su<br />

heredad”. Mucho había cambiado Israel <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel día, casi setenta años atrás, en que<br />

Samuel reunió a las tribus y dijo que el rey escogido por Yavé <strong>de</strong>bía estar escondido en<br />

medio <strong>de</strong> los bagajes. La sociedad pastoril iba evolucionando y en los días <strong>de</strong> Salomón<br />

se transformaría en una colectividad traficante y mercantil, que llevaba las riquezas <strong>de</strong><br />

un pueblo productor a uno consumidor. La monarquía se había consolidado en esos<br />

setenta años. David no era, como Saúl, un monarca a caballo, que iba <strong>de</strong> un campamento<br />

a otro, sino que tenía palacio real, guardia real, cronista real, escriba real, tesoro real,<br />

cobrador <strong>de</strong> tributos reales. Había guarniciones fijas en las fronteras; pueblos <strong>de</strong> lenguas<br />

diversas rendían obediencia a Israel y a su caudillo. El Estado estaba forjado y Jerusalén<br />

era su centro.<br />

Ahora bien, si Jerusalén era el centro <strong>de</strong>l Estado, el palacio era el corazón <strong>de</strong> Jerusalén,<br />

y en ese corazón seguía rigiendo la voluntad <strong>de</strong> David; no por las fuerzas que pudiera tener<br />

el anciano rey, que ya <strong>de</strong>bían ser escasas, ni por la autoridad que ejercía entre sus familiares,<br />

que nunca fue la necesaria, sino porque la misma intrincada red <strong>de</strong> intereses que mantenía<br />

unidos a Israel y a los pueblos tributarios, esa red que fue su obra <strong>de</strong> político, hacía <strong>de</strong> él el<br />

punto vital <strong>de</strong>l reino. No sería Yavé, pues, quien por boca <strong>de</strong> un sacerdote escogería al rey,<br />

sino David. A él le tocaba señalar a su sucesor.<br />

En cierto sentido, David ben Isaí había pasado a ser el sustituto <strong>de</strong> Yavé en el gobierno<br />

<strong>de</strong> Israel.<br />

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