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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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EL HOMBRE<br />

La partida<br />

A la memoria <strong>de</strong><br />

ROSA DUARTE<br />

Hermana predilecta <strong>de</strong>l Padre <strong>de</strong> la Patria,<br />

cuyos apuntes biográficos<br />

han servido <strong>de</strong> guía e inspiración al autor <strong>de</strong> estas páginas.<br />

Este no es un libro <strong>de</strong> análisis. Es una obra <strong>de</strong> amor,<br />

y si <strong>de</strong> algo me culpo es <strong>de</strong> no haber acertado a escribirlo con toda la pasión<br />

<strong>de</strong> que es susceptible la naturaleza humana.<br />

Una mañana <strong>de</strong>l año <strong>de</strong> 1830, <strong>de</strong>l terrible año a que alu<strong>de</strong> la profecía <strong>de</strong> Gabriel Rosseti,<br />

zarpa <strong>de</strong>l viejo puerto <strong>de</strong> Santo Domingo <strong>de</strong> Guzmán una pequeña embarcación sobre cuyo<br />

mástil flota, acariciada por las brisas que sacu<strong>de</strong>n los árboles a ambas riberas <strong>de</strong>l Ozama, la<br />

ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> España. Sobre la cubierta <strong>de</strong> la frágil embarcación, casi tan débil como las mismas<br />

en que algunos siglos antes entraron por aquel río legendario los <strong>de</strong>scubridores, se halla<br />

<strong>de</strong> pie un adolescente <strong>de</strong> ojos azules y <strong>de</strong> finos cabellos ensortijados. Su vista permanece<br />

suspensa, mientras se aleja la nave, <strong>de</strong> un grupo <strong>de</strong> personas que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el muelle agitan sus<br />

pañuelos en señal <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida. En el centro <strong>de</strong>l grupo se <strong>de</strong>staca el padre <strong>de</strong>l viajero, un<br />

hidalgo <strong>de</strong> noble continente que ha abandonado ese día sus quehaceres para dar el último<br />

abrazo al hijo a quien envía a España en busca <strong>de</strong> la cultura que no podía ya ofrecerle el<br />

país con su creciente pobreza y su universidad clausurada. Junto a él, apoyándose en su<br />

brazo y con los ojos llenos <strong>de</strong> lágrimas, se divisa la silueta <strong>de</strong> una matrona alta y <strong>de</strong>lgada, en<br />

quien es fácil reconocer a la madre por el tesoro <strong>de</strong> ternura que pone en el a<strong>de</strong>mán con que<br />

agita la mano para <strong>de</strong>spedir al que se ausenta. Y entre ambos, llenas <strong>de</strong> inquietud, pero al<br />

propio tiempo felices por las esperanzas que <strong>de</strong>spierta en su corazón aquel viaje, las cuatro<br />

hermanas <strong>de</strong>l adolescente <strong>de</strong> pupilas azules siguen con ansiedad la estela que va <strong>de</strong>jando<br />

la nave sobre el río <strong>de</strong> mansas ondas rizadas.<br />

El joven que se ausenta en aquella mañana <strong>de</strong> primavera, a bordo <strong>de</strong> una en<strong>de</strong>ble embarcación<br />

española, es Juan Pablo Duarte, segundo hijo <strong>de</strong>l matrimonio <strong>de</strong> Juan José Duarte y<br />

<strong>de</strong> doña Manuela Diez Ximenes. Cuenta a la sazón con poco menos <strong>de</strong> diecisiete años, pero<br />

ya <strong>de</strong>nuncia en los profundos surcos <strong>de</strong> la frente y en la mirada soñadora su inclinación al<br />

estudio y cierta vaga curiosidad por la ciencia y la filosofía. Su porte, tal como se <strong>de</strong>scubre<br />

bajo la oscura casaca que <strong>de</strong>scien<strong>de</strong> irreprochablemente <strong>de</strong> los hombros, es <strong>de</strong> una distinción<br />

que sorpren<strong>de</strong> en aquel joven cuyo semblante varonil contiene algunos rasgos femeninos que<br />

comunican al conjunto <strong>de</strong> su figura un aire <strong>de</strong> persona enfermiza y <strong>de</strong>licada. Hasta la frente<br />

alta y tersa <strong>de</strong>scien<strong>de</strong>n, en efecto, algunas hebras doradas, y las mejillas tienen una pali<strong>de</strong>z<br />

<strong>de</strong> nácar que se torna más intensa merced a la dulzura que <strong>de</strong>spi<strong>de</strong> su mirada candorosa.<br />

Todavía quienes le conocieron en la plenitud <strong>de</strong> la vida, cuando ya las líneas <strong>de</strong> su rostro se<br />

habían endurecido por los años y cuando ya el dolor había abierto en su frente los surcos<br />

que <strong>de</strong>sgarran prematuramente a los gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong>sengañados, hablan con admiración <strong>de</strong> sus<br />

mejillas suaves como las rosas y <strong>de</strong> sus ojos acariciadoramente bondadosos. Algunos <strong>de</strong>talles,<br />

sin embargo, atenúan el narcisismo que asoma en ciertos rasgos <strong>de</strong> la figura y <strong>de</strong>l semblante<br />

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