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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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luna, azotados por un travieso viento fresco. Partió hacia Francia. Nos llegaron noticias <strong>de</strong>l<br />

castillo en que vivía, algún poema, y se nos fue apagando una estrella que poco a poco va<br />

cubriendo una nube que a medida que avanza se hace más <strong>de</strong>nsa.<br />

La Cueva (segunda parte)<br />

HÉCTOR INCHÁUSTEGUI CABRAL | EL POZO MUERTO<br />

Como creía en lo nacional le hicimos la guerra a cuantos pretendieron injertar en la<br />

literatura dominicana el Romancero Gitano <strong>de</strong> García Lorca. Pero no era contra el poeta, fue<br />

contra el programa, vamos a llamarlo así, <strong>de</strong> los que consi<strong>de</strong>raban que era necesario, para<br />

la tradición y para la historia, que se cantara en romance la vida, las hazañas, <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> las guerras civiles.<br />

Una persona, que no era poeta, lanzó la i<strong>de</strong>a, trazó el i<strong>de</strong>ario diríamos mejor, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las<br />

páginas <strong>de</strong> Bahoruco, la revista <strong>de</strong> Horacio Blanco Fombona.<br />

Entonces escribía allí unos Marginales. Una sección un poco en broma en don<strong>de</strong> daba<br />

rienda suelta a cierto sentido <strong>de</strong>l humor que la vida ha ido apagando un poco y que a veces<br />

aflora en mis versos.<br />

No recuerdo todo lo que dije, pero le <strong>de</strong>bió parecer muy fuerte. Hablaba, eso sí lo recuerdo,<br />

<strong>de</strong> un “polizón, sentimental” que nos acaba <strong>de</strong> llegar <strong>de</strong> España, <strong>de</strong> un contrabando<br />

literario que estaban tratando <strong>de</strong> introducir en el país.<br />

Se molestó muchísimo y me salió al encuentro la semana siguiente. La revista era semanal.<br />

Aquello era la indignación patriótica en letras <strong>de</strong> mol<strong>de</strong>: “alguien ha puesto sobre este<br />

movimiento salvador –<strong>de</strong>cía más o menos ya que no copio a la letra– una sonrisa envenenada”.<br />

Lo <strong>de</strong> la sonrisa envenenada nos hizo gracia. Y terminaba, en un arranque oratorio: “burlándose<br />

<strong>de</strong> los que han querido levantar la ban<strong>de</strong>ra nacional <strong>de</strong>l fango”. Eso nos hizo reír.<br />

Blanco Fombona me llamó. Debía tener cuidado porque ese era un muchacho muy<br />

violento. Lo mejor era <strong>de</strong>jar las cosas en don<strong>de</strong> estaban y no replicar para evitar <strong>de</strong>sagrados<br />

más profundos.<br />

Yo sonreí. Él era amigo mío y la disputa se limitaba al puro campo literario. No tenía<br />

quejas <strong>de</strong> sus palabras ya que la única imputación que me hacía era que formaba parte <strong>de</strong><br />

los grupos que fumaban cigarrillos <strong>de</strong> olor, y, la verdad, no sabía ni siquiera que existieran.<br />

Fumador impenitente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> temprana edad me conformaba con mi tabaco negro, el que fuma<br />

el pueblo, y que a mí me parecía magnífico. Pero no veía insulto en que le achacaran a uno<br />

preferencias por una marca <strong>de</strong> cigarrillos o por otra, o que los cigarrillos fueran importados.<br />

Esos estaban muy lejos <strong>de</strong> mis posibilida<strong>de</strong>s económicas, y a<strong>de</strong>más, esto era lo importante:<br />

sencillamente no me gustaban.<br />

La perorata sobre el tabaco tranquilizó a Blanco Fombona y me volví a meter con él y<br />

con el pretendido romancero patriótico, por escrito en Bahoruco y oralmente en La Cueva.<br />

Me entretenía en buscar absurdos en los romances. En uno, si no recuerdo mal, había,<br />

por necesidad <strong>de</strong> asonantes supongo, un cibaeño “marchoso” y clavé el aguijón. “Un ángel<br />

marchoso pone la cabeza en un cojín”, eran los versos <strong>de</strong> García Lorca en don<strong>de</strong> hallaron<br />

el calificativo. Los ángeles andaluces tenían perfecto <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> ser marchosos, <strong>de</strong>lgaditos,<br />

con sus zapatos <strong>de</strong> chillones colores, pero un humil<strong>de</strong> hombre <strong>de</strong>l Cibao, campesino, endurecidos<br />

los pies <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la soleta o el zapato <strong>de</strong> vaqueta tenía que ponerse ridículo si salía<br />

marchoso, exponiéndose a la risa y a la duda <strong>de</strong> sus amigos, que en lo marchoso podían ver<br />

la <strong>de</strong>licada máscara <strong>de</strong> una inversión sexual.<br />

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