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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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ENRIQUE APOLINAR HENRÍQUEZ | REMINISCENCIAS Y EVOCACIONES<br />

Los <strong>de</strong>bates se hicieron, finalmente, casi <strong>de</strong> carácter singular. La voz cantante la llevaba<br />

el Ministro <strong>de</strong> Relaciones Exteriores. Acosado por las contrarieda<strong>de</strong>s, perdió los estribos, causando<br />

sin duda irritación; y, por otra parte, la cansona repetición <strong>de</strong> los mismos argumentos<br />

sembraron en el ánimo <strong>de</strong> los participantes una abúlica sensación <strong>de</strong> fatiga y <strong>de</strong>sesperación.<br />

La sesión <strong>de</strong>l Consejo, sin una solución concreta, terminó cual el collar <strong>de</strong> la aurora.<br />

Uno tras otro, sin cumplir la ritualística formalidad <strong>de</strong> la <strong>de</strong>spedida, los ministros se fueron<br />

ausentando. Tras la informal, inusitada evasión, sólo permanecían en la sala <strong>de</strong> las <strong>de</strong>liberaciones<br />

el Presi<strong>de</strong>nte Heureaux, el Ministro Vidal y el Ministro Henríquez.<br />

Entonces Heureaux se levantó <strong>de</strong> su asiento y se dirigió a la única puerta <strong>de</strong> acceso.<br />

Ésta daba salida a una galería, en forma <strong>de</strong> herradura estructurada, que ro<strong>de</strong>aba la segunda<br />

planta <strong>de</strong>l Palacio <strong>de</strong> Gobierno. Silencioso y extático allí se plantó el Presi<strong>de</strong>nte, extendidos<br />

los brazos en cruz y apoyando las manos en los marcos laterales. Silencioso y extático permaneció<br />

largo rato en tal postura. Como si estuviera ensimismado en la contemplación <strong>de</strong>l<br />

firmamento, pasaban los minutos en larga sucesión sin que el Presi<strong>de</strong>nte se moviera. Las<br />

sombras <strong>de</strong>l crepúsculo tropical ascendían rápidamente <strong>de</strong>l seno <strong>de</strong> la madre tierra; y las<br />

estrellas, argentinas todavía, comenzaban a rutilar tímidamente.<br />

Vidal y Henríquez seguían esperando a que el Presi<strong>de</strong>nte se <strong>de</strong>sprendiera <strong>de</strong> la puerta<br />

para retirarse. Les parecía humillante doblegarse para pasar por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> los brazos, puestos<br />

en cruz, <strong>de</strong>l Presi<strong>de</strong>nte Heureaux. Pero no quedaba otro camino. Reprimiendo los escrúpulos<br />

<strong>de</strong> su amor propio, el Ministro Henríquez avanzó resuelto; y al tratar <strong>de</strong> salvar el vano <strong>de</strong> la<br />

puerta sintió caer sobre su cuerpo uno <strong>de</strong> los brazos <strong>de</strong>l Presi<strong>de</strong>nte. Heureaux lo atrajo hacia<br />

él y con voz <strong>de</strong> humil<strong>de</strong> mansedumbre, por su Ministro insospechada, musitó:<br />

—”Ministro, ¿me hace usted el honor <strong>de</strong> acompañarme a cenar?”.<br />

—”Con mucho gusto, Presi<strong>de</strong>nte”.<br />

A discreta distancia rezagado, Jaime Vidal no se dio cuenta <strong>de</strong> esa invitación. Al llegar<br />

junto a ellos, se <strong>de</strong>spidió y se retiró.<br />

<br />

La resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la República no <strong>de</strong>nunciaba en él la menor ostentación.<br />

El mobiliario era sencillo y parco. Una lámpara <strong>de</strong> tenue luz alumbrba la estancia, cuando el<br />

Presi<strong>de</strong>nte y su intrigado comensal llegaron juntos pero silenciosos todavía. Encontraron la<br />

mesa a<strong>de</strong>rezada; y en breve, servida ya la frugal comida, el anfitrión y su huésped ocuparon<br />

sus asientos. La continuada taciturnidad <strong>de</strong>l uno obligaba a igual mu<strong>de</strong>z al otro.<br />

Así, en silencio, discurrió la comida hasta el final. Entonces, poniéndose <strong>de</strong> pies –cada<br />

vez más confundido–, el Ministro Henríquez le tendió la mano al Presi<strong>de</strong>nte en señal <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>spedida en tanto que acompañaba su gesto <strong>de</strong> palabra:<br />

—”Muchas gracias, Presi<strong>de</strong>nte”.<br />

—”Ministro, ha sido un alto honor y una gran satisfacción la que su compañía me ha<br />

concedido” 1 .<br />

En lenguaje explícito y directo Ulises Heureaux pudo haber dicho, pero no lo hizo, acaso<br />

pensando que holgaba mayor diafanidad:<br />

—”Ministro, yo puedo romper la barrera <strong>de</strong> la pru<strong>de</strong>ncia política y realizar actos que no<br />

<strong>de</strong>biera realizar; pero reconozco y aprecio su empeño por <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rme en mí mismo”.<br />

1 Versión <strong>de</strong> Enrique Henríquez.<br />

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