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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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hombres armados, se dirigía hacia Gueba <strong>de</strong> Benjamín, oyó que por el camino hubo gente<br />

que murmuraba preguntando: “¿Este va a salvarnos?” Lo cual es comprensible, porque no<br />

se impone una monarquía <strong>de</strong> buenas a primeras sin hallar oponentes, ni aún en el caso <strong>de</strong><br />

que estuviera consagrada por el prestigio <strong>de</strong> un Samuel y establecida en nombre <strong>de</strong> Yavé.<br />

Saúl tardó más <strong>de</strong> un mes en hacerse cargo <strong>de</strong>l reinado. Fue cuando supo que Nahas, jefe<br />

ammonita –a cuyo hijo arrebatará David el trono muchos años <strong>de</strong>spués–, había atacado Jabes<br />

<strong>de</strong> Galad, ciudad <strong>de</strong> Israel situada en el lado oriental <strong>de</strong>l Jordán, hacia el norte. Al llegarle la<br />

noticia <strong>de</strong>l sitio <strong>de</strong> Jabes <strong>de</strong> Galad, Saúl se hallaba conduciendo sus bueyes, probablemente<br />

arando, a través <strong>de</strong> sus campos. Cogió los bueyes, los cortó en pedazos y envió las partes a<br />

todo Israel con este mensaje: “Así como estos bueyes serán tratados los bueyes <strong>de</strong> cuantos<br />

no se pongan en marcha tras Saúl y Samuel”. Obsérvese que usaba el nombre <strong>de</strong> Samuel, y<br />

<strong>de</strong> seguro que no sólo para respaldar sus palabras con la autoridad moral <strong>de</strong>l sumo sacerdote,<br />

sino también porque todavía éste era el juez <strong>de</strong>l pueblo. Nahas fue <strong>de</strong>rrotado en Jabes<br />

<strong>de</strong> Galad y Saúl se hizo cargo <strong>de</strong> la monarquía. Entonces resignó Samuel la judicatura. Esto<br />

ocurría, según se estima, hacia el año 1040 A. <strong>de</strong> C. Por esos días <strong>de</strong>bía estar naciendo en<br />

Belén <strong>de</strong> Judá el niño David ben Isaí.<br />

Al abandonar el cargo que sirvió durante largo tiempo, Samuel recordó al pueblo su<br />

conducta, diciendo: “Yo soy ya viejo y he encanecido, y mis hijos ahí los tenéis entre vosotros,<br />

como unos <strong>de</strong> tantos. He estado al frente <strong>de</strong> vosotros <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi juventud hasta hoy. Aquí me<br />

tenéis. Dad testimonio <strong>de</strong> mí ante Yavé y ante su ungido. ¿He quitado a nadie un buey? ¿He<br />

quitado a nadie un asno? ¿He oprimido a nadie? ¿He perjudicado a nadie? ¿He aceptado <strong>de</strong><br />

nadie presentes, ni aún un par <strong>de</strong> sandalias? Dad testimonio contra mí, y yo respon<strong>de</strong>ré”<br />

(I Sam., 12:2,3). Y he aquí que el pueblo respondió que él, Samuel ben Elcana, el último <strong>de</strong> sus<br />

jueces, no los había perjudicado, no los había oprimido, <strong>de</strong> nadie había aceptado nada.<br />

Pocos hombres podían esperar una respuesta igual. En Israel no podría esperarla Saúl<br />

ni podía esperarla David. El propio Moisés habría oído otra, pues por sus ór<strong>de</strong>nes murieron<br />

muchos hijos <strong>de</strong> Israel.<br />

Samuel ben Elcana era hombre <strong>de</strong> noble paciencia, <strong>de</strong> saludable bondad. Pero también<br />

era pru<strong>de</strong>nte. Así se explica que ese día en que hacía <strong>de</strong>jación <strong>de</strong> su judicatura, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

haber rendido ante el pueblo y ante Yavé y el rey cuenta <strong>de</strong> su conducta, quisiera a<strong>de</strong>lantarse<br />

a los acontecimientos in<strong>de</strong>seables que podían venir con el reinado, y antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirse<br />

como juez <strong>de</strong> Israel le recordó al pueblo que él le había buscado rey porque se lo habían<br />

<strong>de</strong>mandado, que si <strong>de</strong> ello surgían males, sólo <strong>de</strong> Israel sería la culpa.<br />

Mas he aquí que también hizo promesa <strong>de</strong> seguir rogando a Yavé por el pueblo. “Yo os<br />

mostraré el camino bueno y <strong>de</strong>recho”, dijo. Y terminó con esta admonición, en la cual envolvía<br />

a Israel y a Saúl: “Temed sólo a Yavé, servidle fielmente y con todo vuestro corazón,<br />

pues ya habéis visto los prodigios que ha hecho en medio <strong>de</strong> vosotros. Pero si preserváis en<br />

el mal, pereceréis vosotros y vuestro rey” (I Sam., 12:24,25).<br />

Con estas palabras terminó su judicatura, la última que tuvo Israel. Más no cesó <strong>de</strong> servir<br />

a Israel sino cuando le tocó morir, largos años <strong>de</strong>spués.<br />

Capítulo III<br />

JUAN BOSCH | DAVID, BIOGRAFÍA DE UN REY<br />

Al parecer la manía persecutoria <strong>de</strong> Saúl empezó a manifestarse <strong>de</strong>s<strong>de</strong> temprano, una<br />

vez proclamado rey, si bien al principio los síntomas eran sólo abuso <strong>de</strong> autoridad o manera<br />

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